Que Rubén Baraja no goza de toda la confianza del consejo de administración del Real Zaragoza es una realidad indiscutible.
Ni su modo de plantear los partidos, ni su reación con el grueso del plantel hablan a favor del vallisoletano al que la propiedad le habría dado unas dos semanas para enderezar el rumbo y transmitir unas sensaciones mejores de las hasta ahora emitidas.
Tomen nota. El crédito del entrenador pasa por sumar una cosecha de puntos suficiente ante el Mirandés -este jueves-; el Mallorca -el domingo- y el Girona, el miércoles 4 de noviembre. Si no lo logra se irá por donde ha venido.
Es la dura ley del balompié. No hablamos solamente de resultados -que son los que determinan futuros en los banquillos- sumen las sensaciones que debe proporcionar un equipo que va, claramente, de más a menos.
El despido de Baraja no parece una decisión absurda tal y como van evolucionando las cosas.