La marcha de Víctor Fernández ha sacudido los cimientos del Real Zaragoza esta semana. La rueda de prensa ofrecida por David Navarro, quien fuera su segundo entrenador y que ahora asume las riendas del equipo de manera provisional, estuvo cargada de sinceridad, emoción y cierto desamparo. Navarro no rehuyó el impacto emocional que le ha supuesto ver el despacho vacío, sin la voz madrugadora de Víctor a las 8 de la mañana. Pero lejos de lamentarse, el nuevo técnico interino afronta el reto con valentía y pragmatismo: su objetivo es enderezar el rumbo del equipo, al menos en el inminente choque contra el Racing de Ferrol.
El preparador dejó claro que su estancia al frente del Zaragoza tiene fecha de caducidad incierta. Sabe que la directiva está buscando un nuevo inquilino para el banquillo, pero esa posibilidad no le distrae. “No me puedo ilusionar con algo que no dependa de mí”, afirmó con serenidad. Su única obsesión es el partido del sábado: “Partido, partido, partido”, repitió. Después, ya habrá tiempo de pensar en el futuro, en el domingo, en las vacaciones y en las decisiones de la propiedad. De momento, la exigencia es inmediata y tangible.
Uno de los mensajes centrales de Navarro fue el llamamiento a la esencia del fútbol, a “morir por el equipo”. El técnico considera que los problemas del Zaragoza no se resolverán únicamente con cambios tácticos, sistemas innovadores o reajustes físicos. Su idea es recuperar la “esencia” del juego, la competitividad más pura, el corazón, la lucha innegociable. Si hace unas semanas el conjunto maño parecía perder fuelle, Navarro cree que es el momento de dejarlo todo en el césped y no rendirse ante la adversidad. Como él mismo dijo, “mañana no vale con sudar la camiseta, hay que morir por ella”.
La situación física del equipo, las lesiones y las dificultades para mantener la intensidad fueron también un punto clave de su análisis. Navarro explicó las razones por las cuales el Zaragoza ha perdido esa frescura que exhibió en el inicio de la temporada. La rotación de futbolistas—sobre todo en ataque—, que antes permitía mantener la tensión alta gracias a la entrada de revulsivos, se ha visto mermada por las bajas. Este hándicap ha obligado a replantear la forma de jugar, a regular esfuerzos y a buscar “sobrevivir” en algunos partidos, adaptándose a las circunstancias.
Pese a todo, Navarro no se resigna. Señala que el equipo sigue produciendo oportunidades, aunque con menor frecuencia, y que muchas veces han sido errores puntuales, más que el acierto del rival, los que han costado puntos. La idea: minimizar las equivocaciones, aprovechar las ocasiones y volver a creer.
Otro tema clave en la comparecencia fue el futuro de la portería. La posibilidad de que Cristian Álvarez recupere la titularidad está abierta. Navarro dejó claro que evaluará junto al entrenador de porteros quién está mejor física y mentalmente para jugar. “A día de hoy puede jugar cualquiera de los tres”, aseguró, reconociendo que la igualdad es máxima y que tomará su decisión pensando en el “mañana”, sin concesiones a la nostalgia ni a las presiones externas.
En cuanto a la afición, Navarro fue rotundo. “La Romareda es espectacular, exigente, pero muy inteligente”, afirmó. Sabe que el público espera, exige y, en ocasiones, puede señalar a ciertos jugadores. Pero él confía en que la hinchada, más que un factor de presión negativa, sea un apoyo imprescindible. Reclamó que todos –jugadores, suplentes, lesionados, técnicos y seguidores– den su mejor versión. Si un futbolista joven falla, el técnico considera que esa es la oportunidad para forjar su carácter. Nadie está exento de errores, pero la clave está en cómo se reacciona ante ellos.
David Navarro mostró determinación, autenticidad y una comprensión profunda del club y el momento que atraviesa. No maquilló las dificultades, ni se escudó en la reciente dimisión de Víctor Fernández. Al contrario, se confesó agradecido con su exjefe por animarle a quedarse y ayudar al club en este trance. “El Real Zaragoza está por encima de todos”, repitió, coincidiendo con un mensaje ya conocido en la casa blanquilla. La rueda de prensa fue el testimonio de un técnico transitorio que, con las ideas claras y sin tiempo que perder, tratará de despertar la esencia del equipo. Su fin no es inventar la pólvora, sino reactivar al Zaragoza desde el corazón, la garra y el sacrificio. No sabe cuánto durará su periplo, pero sí que el primer paso es darlo todo mañana, sin excusas, sin red y sin paraguas.