No es habitual ver a un portero en las portadas por marcar un gol, pero cuando sucede, queda grabado en la memoria colectiva del fútbol. El Real Zaragoza puede presumir de tener en sus filas a tres guardametas que, en diferentes épocas, dejaron su huella en forma de gol. José Luis Chilavert, Cristian Álvarez y, recientemente, Gaëtan Poussin, forman un trío histórico que ha demostrado que el espíritu zaragocista no entiende de posiciones.
El último en unirse a esta selecta lista ha sido Gaëtan Poussin, autor de un inolvidable tanto de cabeza en el tiempo añadido ante el Eibar (temporada 2024/25). Su gol, que supuso el 2-2 definitivo, desató la locura en La Romareda. “No me esperaba marcar, pero cuando miro al míster y me dice que suba, solo pensé en ir como un animal al primer palo”, explicó el francés tras el partido. Su remate, preciso y potente, se convirtió en símbolo de lucha y carácter para un equipo que no se rinde.
Unos años antes, en la temporada 2020/21, Cristian Álvarez marcó de cabeza en el último suspiro frente al CD Lugo, en un gol que también supuso un empate (2-2). El argentino, referente absoluto del zaragocismo, se fundió con la grada tras una acción cargada de emoción y fe. Su tanto, además de decisivo, reflejó su conexión con el club y su rol de líder dentro y fuera del campo.
Pero si hablamos de pioneros, hay que volver a la temporada 1990/91, cuando José Luis Chilavert, uno de los porteros más icónicos del fútbol mundial, perforó la red de la Real Sociedad. El paraguayo marcó de penalti, demostrando que su habilidad con los pies era tan imponente como sus paradas. Chilavert fue mucho más que un portero: fue un futbolista total, con carácter y personalidad.
Tres goles, tres épocas, tres leyendas bajo palos que, en un momento determinado, cruzaron la frontera del área para escribir su nombre en la historia del Real Zaragoza desde el lugar más inesperado.