Por fin terminó. Con alivio más que con tristeza. La temporada del Real Zaragoza ha echado el telón dejando tras de sí una estela de frustración, decepción y un profundo desgaste emocional entre sus aficionados. El bochornoso 4-1 en Castellón no ha sido una excepción, sino la confirmación de un año que quedará marcado como uno de los más vergonzosos de la historia reciente del club.
Porque no hay paños calientes. “Lamentable, bochornoso, esperpéntico”, como lo describía uno de los tertulianos en ¿Qué me estás contando?. El Zaragoza llegó a Castalia salvado por la incomparecencia del rival anterior, no por méritos propios, y se fue humillado por un equipo que partía por detrás en la tabla. “Nos podrían haber metido ocho”, se llegó a decir, y no suena exagerado. El baño fue absoluto.
La derrota ha desnudado, una vez más, las carencias estructurales de un equipo al que no le queda ya ni el consuelo del discurso. Ni imagen, ni resultados, ni proyecto. La afición, que ha vuelto a estar —como siempre— por encima de su club, merece mucho más. “No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza viendo a esos zaragocistas que han viajado hasta Castellón”, espetaba un tertuliano. Tiene razón. Esta afición no ha fallado nunca. Quien sí ha fallado, una vez más, ha sido el club.
Gabi Fernández, el técnico que asumió el cargo en uno de los peores momentos del curso, ha cumplido el expediente: salvó al equipo. Pero en rueda de prensa dejó ver algo más. “Hemos hecho un partido inaceptable. El principal responsable soy yo”, declaró. Y también lanzó un mensaje más profundo, dirigido ya no a la grada ni a sus jugadores, sino al palco: “Quiero un proyecto sólido donde el equipo compita siempre, y hoy se ha visto que no es así”.
Ahí está el quid de la cuestión. No se trata de salvar la categoría sobre la bocina cada año. No basta con cerrar con dignidad (que ni eso). El Zaragoza necesita una revolución, sí, pero también un propósito. De nada sirve fichar 12 o 14 jugadores si no se acierta en los 3-4 que marcan el engranaje de un equipo. Porque “lo de hoy es una vergüenza del primero al último”, pero lo verdaderamente alarmante es que ya no es noticia.
La próxima temporada ya ha empezado. Y empieza en las oficinas. Con decisiones valientes, inversiones reales y una dirección deportiva con liderazgo y proyecto. Porque lo de este año no se puede repetir. Y porque la afición ya no aguanta más.