El Real Zaragoza sumó un punto ante el Real Valladolid en un partido que, más allá del empate (1-1), dejó una sensación compartida entre los aficionados de La Romareda: el árbitro hizo todo lo posible por que no se jugara al fútbol. El colegiado convirtió el encuentro en una sucesión interminable de faltas, parones y tarjetas, desnaturalizando por completo un choque que debía servir para empezar a despegar.
El equipo de Gabi Fernández necesitaba los tres puntos tras un inicio liguero sin victorias, y cuando parecía que por fin encarrilaba el encuentro con el tanto de Dani Gómez en el 61′, el partido se fue diluyendo entre interrupciones, decisiones polémicas y un ritmo imposible de sostener.
Antes, ya se habían producido dos lesiones, una por equipo, que obligaron a modificar los planes de ambos entrenadores. Radovanovic se marchó en camilla a los nueve minutos, dando entrada al debutante Paul Akouokou, que cumplió con creces en la medular pese a notarse su falta de rodaje.
El gol blanquillo llegó tras un pase de Sebas Moyano que Dani Gómez, con fe, mandó al fondo de la red. Pero la alegría duró poco. Apenas dos minutos después, en un saque de esquina, Víctor Meseguer aprovechó una cadena de errores defensivos y puso el 1-1. Un castigo excesivo para un Zaragoza que había sido superior durante buena parte del encuentro.
A partir de ahí, el árbitro se convirtió en el triste protagonista. Ocho minutos de añadido plagados de faltas inexistentes, manos discutibles, interrupciones y una permisividad que desesperó a la grada. Cada intento de contragolpe era frenado por el silbato, mientras las tarjetas amarillas caían con desigual criterio. Hasta nueve jugadores vieron cartulina.
En lo futbolístico, destacó el rendimiento de Saidu, de nuevo imperial tanto en defensa como incorporándose al ataque. También debutaron Kenan Kodro, que aportó presencia en el área, y Francho Serrano, que regresó con chispa.
Pero el resultado final dejó sabor a poco. No porque el Zaragoza hiciera un partido brillante, sino porque, por fin, parecía estar en disposición de sumar su primera victoria. La intervención arbitral, sin ser escandalosa, sí fue decisiva en enfriar el juego y no dejar que el encuentro se decantara hacia quien más lo buscó.
Ahora, con solo 2 puntos de 12 posibles, los blanquillos están obligados a convertir las buenas sensaciones en victorias. Pero para ello, además de mejorar en ambas áreas, hará falta que les dejen jugar.