Lo que define y diferencia a una democracia del resto de sistemas políticos es el sacrosanto derecho de cada persona a elegir y ser elegido por sus conciudadanos. Y ese derecho se materializa en el derecho a voto. Una persona, un voto. En estas elecciones, convocadas «a traición» por el sobrante Pedro Sánchez van a ser miles los ciudadanos que se vean privados de su derecho. Era previsible que en mitad de las vacaciones estivales, la gente que por principio es cumplidora de sus obligaciones cívicas quisiera cumplir con su pais sin tener que renunciar a sus merecidas vacaciones. Y era previsible que la avalancha de solicitudes de voto por correo colapsasen a la empresa pública que no pasa por sus mejores momentos gerenciales. Y no son los trabajadores quienes deben suplir la falta de responsabilidad de los dirigentes, sino quienes nos han abocado a votar en chanclas y con la toalla en la mano. El problema no va a ser que los sobres lleguen a los domicilios. De eso ya se están encargando con pundonor los carteros, el problema es que los destinatarios de los sobres ya no se encuentran en sus domicilios, lo que complicará aun más el farragoso sistema del voto por correo. En unas elecciones tan ajustadas como las que se se barruntan, esos cientos de miles de votos «perdidos» en las oficinas de correos van a cuestionar los resultados finales. Quizá ha llegado el momento de cambiar la legislación para que, aunque solicites votar por correo, no se te deniegue la posibilidad de hacerlo presencialmente llegado el caso.
Manuel Escolá.