Hoy el Real Zaragoza ha comenzado la temporada como la terminó: decepcionando. Lo más doloroso no es perder, sino cómo se pierde. Y lo que hemos visto en la segunda parte ante la Real Sociedad B ha sido un reflejo de una planificación fallida, de una plantilla aún sin cerrar, y de una defensa que sigue siendo un auténtico drama.
La primera parte dejaba sensaciones positivas. Por fin vimos a extremos que encaran, que desequilibran, que generan peligro. Paulino y Sebas Moyano estuvieron muy por encima de lo que teníamos el curso pasado. Pero el fútbol no son 45 minutos, y en la segunda parte, este equipo se cayó como un castillo de naipes.
La defensa es directamente preocupante. Hoy ha jugado de titular un lateral que viene de Primera RFEF y otro del que ya sabíamos que no tiene nivel para cerrar su banda en Segunda. Los centrales no convencen. Radovanovic, el único que parecía asentado, fue sustituido antes del minuto 70. ¿Por qué? No lo sabemos. ¿No está bien físicamente? ¿Desconfianza? En cualquier caso, la zaga no inspira ninguna seguridad, y seguimos viendo los mismos errores de siempre.
Y mientras tanto, Gabi lanza mensajes. Mensajes muy claros. No le da minutos a Moya, no apuesta por dos delanteros pese a haber ensayado con ese sistema toda la pretemporada, y mantiene su empeño en un Aketxe que sigue sin estar a la altura. Cuando saca a Bazdar —que sigue siendo un activo del club— lo hace en el 88′. ¿Para qué? ¿Para cumplir? ¿Para señalar?
La portería, otro interrogante. Adrián no tuvo trabajo y no podemos juzgarle, pero eso no tranquiliza. La defensa no mejora respecto al año pasado, y eso en Segunda es un lujo que no te puedes permitir. Porque los equipos que ascienden son los que defienden bien, los que son fuertes atrás. Y hoy no lo fuimos.
No hay que ser catastrofista. Es la jornada 1. Pero lo de hoy no fue un accidente. Fue el reflejo de que no hemos hecho los deberes a tiempo, y que el margen para corregir se acorta. Valery debe ser clave, sí, pero no basta con eso. Este equipo necesita refuerzos. Urgentes. Especialmente atrás. Y un entrenador que sepa exprimir lo que tiene, sin esconderse tras mensajes ambiguos o decisiones contradictorias.