Otra jornada más, y otra decepción más. El Real Zaragoza volvió a mostrar sus enormes carencias y perdió 2-0 en su visita a El Sardinero ante un Racing de Santander que, sin hacer un partido brillante, fue suficiente para superar con claridad a un equipo aragonés que parece instalado en la impotencia.
El estreno a domicilio de Gabi Fernández como técnico blanquillo dejó más dudas que certezas. El partido arrancó con un Zaragoza ordenado, algo más compacto que en anteriores citas, pero totalmente romo en ataque. Ya en la primera mitad, Iván Calero dejó al equipo con diez al cometer un penalti ingenuo en el minuto 35. Afortunadamente, Poussin adivinó el lanzamiento de Andrés Martín, y se llegó al descanso con empate a cero.
Pero el segundo tiempo fue una caída en picado. Apenas cuatro minutos después de la reanudación, Pablo Rodríguez aprovechó una mala defensa en un córner para cabecear a la red el 1-0. La reacción del Zaragoza no llegó. Ni con los cambios ni con la entrada de Bazdar o Liso, el equipo encontró forma de inquietar a un Racing que se sintió muy cómodo con la ventaja.
El segundo gol, obra de Andrés Martín tras un contraataque letal en el 68′, fue el epitafio a un partido que retrata la realidad de este Zaragoza: sin gol, sin colmillo, sin confianza y sin capacidad de competir fuera de casa.
Gabi lo advirtió en la previa: “Queremos un equipo estable, que compita los 90 minutos”. Pero esa versión apenas se vio. La reacción anímica que se insinuó ante el Córdoba se evaporó en Santander. Otra vez se depende del Eldense, otra vez sin argumentos futbolísticos de peso para sostener la esperanza.
Con solo dos victorias en los últimos 21 partidos, el Zaragoza sigue coqueteando con el descenso y las jornadas se agotan. La próxima cita en La Romareda no es una oportunidad, es una obligación. Porque el tiempo se acaba y el equipo, ahora mismo, no transmite nada. Salvo decepción.
