Hoy, 10 de mayo, se cumplen 30 años del mayor hito de la historia del Real Zaragoza: la Recopa de Europa conquistada en París, aquella volea imposible de Nayim que aún retumba en las memorias de varias generaciones. Treinta años después, el mismo club ha ganado en casa… al colista de Segunda División, en el minuto 91, sufriendo y sin brillo. Es difícil no sentir una mezcla de alivio y tristeza. Porque ganamos, sí, pero ¿dónde hemos llegado?
El partido arrancó con otro susto: gol de Nacho Martínez para el Cartagena en el minuto 4, en una falta mal defendida. Un espejismo roto por Raúl Guti, que empató pronto con un derechazo desde fuera del área que trajo algo de esperanza. Pero el 1-2 de José Machín antes del descanso devolvió la realidad a su sitio: un equipo roto por dentro, que no sabe defender y al que cualquier rival, incluso un Cartagena ya descendido, le saca los colores con poco.
La segunda parte fue una sucesión de intentos más desesperados que elaborados. Gabi Fernández lo intentó todo desde el banquillo: entraron Dani Gómez, Aketxe, Adrián Liso, Alberto Marí… todos con más voluntad que fútbol. Francho, al menos, trajo algo de orden y temple.
En el minuto 88, Marí empató con un zapatazo, y en el 97, Dani Gómez cabeceó el 3-2 a centro de Francho. La Romareda rugió, pero no fue rugido de gloria, sino de desahogo. Se celebró el gol como se celebra un suspiro al borde del abismo.
En un día de conmemoración y orgullo, lo vivido esta noche nos devuelve a la tierra. Treinta años después de ser campeones de Europa, el Real Zaragoza sobrevive a duras penas en Segunda, dependiendo de milagros para mantenerse. No es que no nos alegre la victoria. Es que no podemos ignorar lo que simboliza.
Hoy ganamos. Pero fue una victoria que dolió.