El Real Zaragoza consiguió una victoria tan necesaria como agónica ante un Racing de Ferrol ya descendido (1-2), en un partido que, lejos de ser plácido, evidenció muchas de las carencias que siguen lastrando al equipo. Un triunfo que da oxígeno en la lucha por la permanencia, pero que dejó sensaciones encontradas en el zaragocismo.
El inicio no pudo ser mejor. A los treinta segundos, Raúl Guti aprovechó un centro de Mario Soberón para adelantar al Zaragoza. Era el guion soñado: gol tempranero y rival desmotivado. Sin embargo, esa superioridad inicial se fue diluyendo. La primera parte fue un intercambio de ocasiones, con los gallegos creando más peligro del esperado. Lo más preocupante fue la actitud de algunos jugadores, completamente desconectados y faltos de intensidad, que acabaron mermando al equipo.
En el descanso, Gabi Fernández reaccionó introduciendo a Adu Ares y Marcos Luna. La entrada del vasco cambió el partido. Adu revolucionó la banda izquierda, aportó verticalidad y desborde, y en el minuto 51 firmó el segundo gol con un zurdazo ajustado que parecía encarrilar el partido. «Adu fue el mejor del equipo en la segunda parte», coincidían en el programa postpartido del ¡Qué Me Estás Contando!.
Pero el Zaragoza volvió a caer en errores de siempre. Un penalti por mano de Marcos Luna dio vida al Racing. Aunque Gaëtan Poussin paró la pena máxima, en el rebote el mismo Señé marcaba de cabeza. Con media hora por delante, el Zaragoza se volvió a tener que meter en un partido que debería haber tenido controlado.
Los últimos minutos fueron un suplicio. Pese a los cambios, el Racing apretó con más corazón que fútbol. Bazdar, en una de sus pocas acciones destacadas, estrelló un balón en el poste.
El pitido final liberó a un equipo que sigue sin ofrecer seguridad, pero que al menos sumó tres puntos vitales. El sufrimiento fue innecesario ante un rival ya descendido. El Zaragoza deberá mejorar mucho si quiere cerrar la permanencia sin tener que encomendarse a milagros de la Vigen del Pilar.