El Real Zaragoza logró, por fin, una victoria que supo a gloria tras casi dos meses sin llevarse los tres puntos. Un triunfo aislado, casi tan escaso como avistar al cometa Halley, pero que nos devuelve un ápice de ilusión y un motivo para seguir enganchados a la temporada. La afición lo necesitaba con urgencia, porque las últimas semanas se habían convertido en una travesía interminable y sin alegrías. Ganar, aunque sea de manera ajustada y ante un rival de la zona baja, es un golpe de aire fresco en un club al que la realidad le ha venido golpeando con dureza desde hace tiempo.
Este envite ante un Racing de Ferrol muy pobre en lo futbolístico no ofreció, desde luego, el mejor partido del Zaragoza. Fue un duelo con imprecisiones, nervios y pocas acciones de brillantez. Aun así, la victoria se consiguió y la clasificación, aunque sigue lejos de lo esperado, al menos presenta esa rendija de esperanza que nos dice que, con una buena racha y acertando en las decisiones venideras, uno puede engancharse al vagón de los aspirantes. Es la magia de la Segunda División: un par de resultados te ponen arriba o abajo sin demasiadas contemplaciones.
Lo primero que toca es aferrarse a este hilillo de vida en la liga. Para ello, es fundamental acertar en el mercado de invierno. Hemos repetido, casi como un mantra, la necesidad de incorporar futbolistas que suban el nivel competitivo de la plantilla y dejen atrás el estancamiento que se ha hecho patente con el paso de las jornadas. No parece que, de momento, el proyecto diseñado el pasado verano esté dando frutos. Por ello, estos refuerzos invernales pueden marcar la diferencia entre aspirar a algo más que la permanencia o quedarnos en tierra de nadie. Además, la llegada de un nuevo técnico resulta prioritaria para marcar una línea de trabajo sólida. El Real Zaragoza está obligado a rehacerse, y no queda otra que mirar al futuro con cierta ambición, aunque sea sostenida por alfileres.
Entre tanto, David Navarro ha vivido su día de gloria (y seguramente de despedida) como entrenador del equipo. Llegó de manera interina tras la polémica salida de Víctor Fernández, y se va con una curiosa historia bajo el brazo: un triunfo, y un choque surrealista al final del partido con el técnico rival, que, según se ha comentado, culminó en un cabezazo. Cuesta pensar en un desenlace más extravagante para quien, a priori, iba a dirigir al Zaragoza únicamente de forma temporal. Su rueda de prensa posterior transmitió agradecimiento por la oportunidad y la victoria. Pero si tuviéramos que apostar, lo lógico es que este haya sido su primer y último encuentro al mando. La razón es clara: lo más probable es que la dirección deportiva, con Juan Carlos Cordero a la cabeza, busque un entrenador de su agrado para enderezar el rumbo en la segunda mitad de la temporada.
Todo apunta, por lo tanto, a que Navarro no seguirá. Más aún sabiendo que, tras el altercado con el técnico rival, puede caerle una sanción de varios partidos. Sería de lo más absurdo apostar por un técnico que no podrá sentarse en el banquillo durante un mes, justo en el tramo decisivo en el que el Zaragoza debe sumar victorias para salir de la zona delicada. Además, la directiva ha tanteado opciones, con nombres como Gabi (ex zaragocista) o Miguel Ángel Ramírez (ex del Sporting). Sin embargo, a tenor de los rumores, el favoritismo recae en Ramírez, que parece encajar en la idea de Cordero para revitalizar el equipo. No conviene descartar ningún giro de guion, porque siempre hay sorpresas, pero el escenario que se vislumbra pasa por un relevo en el banquillo con un proyecto más o menos definido.
Es evidente que cada día que pasa sin un nuevo entrenador es un día perdido de cara a planificar este mercado de invierno. Elegir bien es vital. Al final, todo se reduce a tomar las decisiones correctas cuando el tiempo apremia. Si se falla en la elección del técnico y en los refuerzos, el Zaragoza corre el riesgo de condenarse a otro año de sinsabores, sin objetivo claro y con la parroquia de La Romareda hartándose de promesas incumplidas. En el fútbol, el margen de error se reduce cuando la fe de la grada escasea y el proyecto se tambalea.
Lo único rescatable, por ahora, es haber ganado. Ese triunfo ante un rival directo –porque, sí, cada vez más se habla del Racing de Ferrol como un rival directo por la salvación– ha rebajado la tensión hasta que se decida quién vendrá al banquillo. Mientras, el zaragocismo mantiene ese “hilillo de vida” del que hablábamos, esa ilusión de que un par de victorias consecutivas y alguna incorporación acertada cambien el panorama de un equipo que, aunque no enamora, al menos sigue vivo. En este fútbol tan imprevisible, no queda otra que aferrarse a esa pequeña esperanza. Si se logra un buen mes o mes y medio, como tantos otros equipos han hecho en la categoría, todavía se puede soñar. Hay que acertar, ilusionar, y, sobre todo, ganar. Porque en el fútbol, cuando los resultados acompañan, todo lo demás se perdona.