El pasado y el presente del Real Zaragoza se encontraron en una conversación repleta de anécdotas, respeto mutuo y amor por unos colores que no entienden de divisiones. Francho Serrano, canterano y actual referente del equipo aragonés, recibió con admiración al argentino Luciano Galletti, héroe de la Copa del Rey de 2004, en un emotivo encuentro que dejó claro que la historia del club sigue muy viva en quienes la protagonizan… y en quienes la sueñan.
Francho comenzó la charla mostrando con orgullo una camiseta original de Galletti de 2002, usada en un único partido frente al Sabadell: «Me hace mucha ilusión tenerla. Es diferente y, encima, es la tuya». Pero el presente quiso rendir homenaje al pasado, y le regaló su propia elástica: “Ojalá algún día pueda ser tan importante como lo has sido tú en la historia de nuestro club”.
La conversación derivó pronto hacia el partido más recordado por todo el zaragocismo: la final de Copa ante el Real Madrid de los Galácticos. «No nos tenían mucha fe, pero hicimos un partido perfecto», rememoró Galletti. Francho, visiblemente emocionado, confesó: «Es el primer gol del Zaragoza que recuerdo. Mi padre me lo enseñó cuando tenía tres años y medio».
Ambos compartieron su visión sobre el sentimiento zaragocista, la importancia de la cantera y la exigencia de una afición fiel que acompaña al equipo por toda España. Francho fue claro: «Somos un club de Segunda, pero con una historia y una afición de Primera. Cada vez que salimos fuera, hay zaragocistas».
También hablaron del nuevo estadio y de la nostalgia que despierta la vieja Romareda. “Duele verla desmontarse, pero es necesario para crecer”, apuntó Francho. Galletti coincidió: “Es parte del crecimiento. El club tiene que volver a estar en los primeros planos”.
El encuentro cerró con una reflexión de futuro: “Ahora los responsables sois vosotros”, dijo Galletti. Y Francho respondió con convicción: “Nuestro deber es devolver al club donde merece estar. Y no vamos a parar hasta conseguirlo”. Una conversación que bien podría ser el símbolo de una transición: de la historia gloriosa al futuro esperanzador.
