El Real Zaragoza sigue sumido en una crisis deportiva que parece no tener fin. Con una plantilla construida bajo un límite salarial de 11,846 millones de euros, el equipo aragonés debería estar peleando por el ascenso o, al menos, en posiciones más cómodas en la tabla. Sin embargo, la realidad es que se encuentra en la 16ª posición, a solo seis puntos del descenso y sin una clara mejoría en su juego.
Si analizamos la relación entre el límite salarial y la clasificación en Segunda División, encontramos que el dinero no lo es todo. Equipos como el Mirandés, Racing de Santander y SD Huesca, con presupuestos menores, están peleando por los primeros puestos, demostrando que una gestión deportiva eficaz y un proyecto sólido pueden marcar la diferencia. En contraste, clubes con mayor capacidad económica, como el Granada, Málaga o el propio Zaragoza, están lejos de los objetivos que sus cifras sugerirían.
El problema del Zaragoza no es solo económico, sino de planificación deportiva. A pesar de haber tenido cinco mercados de fichajes bajo la dirección de Juan Carlos Cordero (vino el 5 de enero de 2023), el equipo sigue mostrando carencias estructurales. Se han reforzado posiciones que no eran prioritarias y se ha descuidado la defensa, una zona clave en cualquier equipo competitivo. Además, la marcha de jugadores como Iván Azón, sin un recambio de garantías, ha debilitado aún más la plantilla aunque haya engrosado la billetera.
A esto se suma un cambio constante de entrenadores, que impide asentar una idea de juego. Desde Fran Escribá hasta Miguel Ángel Ramírez, pasando por Julio Velázquez y Víctor Fernández, la inestabilidad ha sido la norma en los últimos años. Y cada técnico ha intentado una solución distinta sin éxito.
El equipo sigue mostrando una preocupante incapacidad para ganar en casa, un dato alarmante reflejado en los 32 últimos partidos en La Romareda, donde solo ha logrado 8 victorias, 9 empates y 15 derrotas. Esto no solo refleja un problema deportivo, sino también un hartazgo creciente en la afición, que empieza a ver la permanencia como el único objetivo realista.
Si el Zaragoza quiere salir de esta situación, necesita un cambio de rumbo en la dirección deportiva y una planificación coherente. El dinero ayuda, pero sin un proyecto bien gestionado, se convierte en una herramienta ineficaz. La Segunda División es una categoría dura, y la historia no gana partidos.