Más de 16.500 aficionados del Real Zaragoza empujaron sin cesar a su equipo en busca de una victoria que, finalmente, gracias al apoyo incondicional de los seguidores zaragocistas, ha podido conseguir. La energía trasladada de la grada al verde del municipal ha reforzado la entereza demostrada por los futbolistas de Juan Ignacio Martínez.
El zarpazo de Alejandro Francés ha hecho que La Romareda vibrara, y la recta final del encuentro, con acoso y derribo de la Sociedad Deportiva Eibar, hizo que la afición rugiera para lograr que los tres puntos no se escapasen. En esos momentos de sufrimiento, fue cuando la afición sostuvo al equipo, cuando no le dejó caer, y cuando defendió cada jugada con él. Todo ello para levantarse con el pitido final y celebrar un merecido triunfo en casa. Una victoria conjunta, una unión entre equipo y afición que ha vuelto a ser la marca del Real Zaragoza.