Lo que parecía un paso firme hacia la permanencia se transformó en otra pesadilla en el tramo final. El Real Zaragoza cayó en el Carlos Tartiere por 1-0 ante el Real Oviedo, en un partido donde el empate parecía cantado… hasta que en el minuto 91, como ya ha pasado demasiadas veces, el Zaragoza se desplomó.
Paulino de la Fuente remató de cabeza en el área pequeña y dejó helado al zaragocismo. Fue tras un saque de esquina, en una jugada sin aparente peligro que, una vez más, acabó con el balón dentro de la portería de Poussin. Era el minuto 91 y el equipo, otra vez, no supo cerrar el partido.
Y eso que el Zaragoza compitió. No brilló, pero tampoco fue menos que un Oviedo que se jugaba entrar en playoff. En la primera parte, las ocasiones se repartieron: Pau Sans y Toni Moya probaron fortuna, mientras que Viñas y Hassan respondieron para los locales. El susto mayor llegó en el minuto 61, cuando Jair Amador cometió un penalti por mano. Santi Cazorla lo lanzó… ¡al palo! Un alivio que debería haber servido de impulso.
Pero no. El segundo tiempo fue un carrusel de interrupciones, cambios y faltas. El Zaragoza intentó sostenerse, aunque perdió claridad. La lesión de Dani Tasende y los cambios no mejoraron al equipo. Soberón estuvo desaparecido, y ni Dani Gómez ni Aketxe encontraron el ritmo. Adu Ares, uno de los más activos, fue de más a menos.
La impotencia se mascaba. Hasta que en el minuto 91, tras un nuevo córner mal defendido, llegó el mazazo. Paulino cabeceó a la red y sentenció. Silencio en el banquillo zaragocista. Los jugadores, hundidos.
Con esta derrota, el Real Zaragoza sigue sin cerrar la permanencia y deja todo para las dos últimas jornadas. El susto, tras los resultados del Eldense, vuelve a ser real. Una vez más, el equipo ha demostrado que no sabe jugar los finales con templanza. Y eso se paga.
Quedan dos partidos. Pero lo de hoy escuece. Escuece porque duele ver cómo este equipo sigue siendo vulnerable hasta el último suspiro. Escuece porque esta historia ya la hemos vivido. Demasiadas veces.
