La visita del Real Zaragoza a Riazor trajo consigo un choque de sensaciones encontradas: por un lado, el equipo aragonés se encontró con un estadio lleno, una afición rival entregada y un ambiente que alimenta la pasión por el fútbol. Por otro, el cuadro de Víctor Fernández se vio reflejado en un espejo injusto: el marcador no hizo justicia al dominio y a la propuesta futbolística. Aun así, el entrenador no perdió la perspectiva y mostró su admiración por el entorno coruñés, a la vez que subrayó la necesidad de seguir puliendo detalles para alcanzar la ansiada eficacia.
La atmósfera de Riazor, una inspiración más que una amenaza
Lejos de amedrentarse, el Zaragoza pareció alimentarse del ambiente festivo y exigente que se vivió en el estadio del Deportivo. Víctor Fernández reconoció sentir «envidia sana» por el ambiente coruñés, recordando sus etapas pasadas y valorando el apoyo incondicional de la afición local. Este tipo de escenarios pueden servir al Zaragoza de espejo en el que mirarse: contar con una afición volcada y un proyecto sólido a largo plazo es el camino para afianzar las aspiraciones deportivas del club maño.
Recuperar a los delanteros, la tarea pendiente
La falta de gol no solo depende de la eficacia puntual del equipo, sino también de la disponibilidad de determinados futbolistas clave. Fernández recordó que el Zaragoza cuenta con jugadores actualmente ausentes, piezas importantes que podrían haber marcado la diferencia en un partido así. La recuperación de esos efectivos ofensivos se antoja vital para que el conjunto aragonés mejore sus estadísticas goleadoras y traduzca su dominio en puntos.
La importancia de la confianza y el plan de juego
Aunque el resultado no fue el deseado, el técnico aragonés se mostró orgulloso del plan de juego ejecutado. El Zaragoza no renunció a su idea, mantuvo la posesión, llegó por las bandas, generó ocasiones claras y lo hizo con la valentía que se espera de un equipo grande. La confianza en este planteamiento, incluso tras no lograr la victoria, es un paso importante hacia la consolidación de una identidad clara y reconocible.
Víctor Fernández no escatimó en elogios a su equipo: jugaron “como un equipo grande” y no perdieron la fe pese a ir por detrás en el marcador. Esta perseverancia acabó dando sus frutos con el gol del empate, aunque el entrenador admitió que, de haberse encontrado con una pizca de fortuna o precisión extra, el talante de todos -desde el cuerpo técnico hasta la prensa- habría sido muy distinto.
Aprender de los errores y pensar en el siguiente partido
La clave ahora es no caer en el desánimo. El Real Zaragoza debe aprender de sus errores: la jugada del gol encajado en un córner a favor es un ejemplo claro de cómo pequeños detalles pueden cambiar el signo de un partido. Sin embargo, también es una lección que permitirá corregir despistes en el futuro.
La próxima cita liguera es una oportunidad para ajustar la mira, mejorar la concentración y seguir puliendo un estilo que, con mayor eficacia, puede dar muchas alegrías a la afición zaragocista. Confiando en recuperar a sus delanteros, afinando la puntería y manteniendo el carácter valiente exhibido en Riazor, el Zaragoza tiene motivos para creer que el resultado injusto ante el Deportivo es solo un tropiezo temporal.
La experiencia en Coruña debe servir de impulso, no de freno. El equipo ha encontrado un camino, un estilo, y con las correcciones adecuadas, los puntos deberían llegar. La confianza de Víctor Fernández en la evolución del Zaragoza es el mejor reflejo de que el proyecto sigue vivo y con altas aspiraciones.