Un caos inesperado que sacude los cimientos del proyecto Zaragocista

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Por Cuco Barrachina

Cuando un entrenador suelta una bomba, la onda expansiva no entiende de tiempos ni contextos. En el caso del Real Zaragoza, el impacto de la dimisión de Víctor, lanzada justo tras el último partido, ha sido como un racimo que estalla a destiempo y sin previo aviso. Podíamos intuir que la situación era insostenible, que el técnico estaba al borde de un ataque de sinceridad cruda, pero el momento, a mi juicio, no ha sido el más adecuado. Desde luego, cada uno elige cuándo emprende su retirada, pero, ¿por qué ahora y no hace dos semanas, cuando el equipo ya daba señales evidentes de fatiga y desconcierto?

El entorno no ha ayudado: múltiples ruedas de prensa en las que el propio Víctor fue deslizando mensajes inquietantes. Primero fueron las indirectas sobre el «descanso» y las necesidades de la plantilla, luego las alusiones al mercado invernal y a la propiedad, y más tarde aquella declaración en la que dejaba claro que, si le tocaba apartar, se iría sin dudarlo. La tensión venía en aumento y el globo de la paciencia se hinchaba a pasos agigantados. Sin embargo, elegir este partido para arrojar la toalla me parece un error estratégico que deja al club en pañales ante un calendario inmediato y un mercado de invierno que se abre como una ventana de oportunidad.

¿Por qué no aguantar hasta el encuentro frente al Racing de Ferrol, apenas tres días después? Si Víctor hubiese superado esa prueba, ganando o al menos ofreciendo una imagen sólida, podría haber dicho adiós con cierto sentido de cierre: “Misión cumplida (o intentada), hasta aquí he llegado, me voy para que otro tome el relevo”. Habría sido, si bien no ideal, al menos más coherente. Ahora el club se encuentra, a mitad de semana, con el primer equipo entrenado por David Navarro, un hombre cercano a Víctor pero con una relación profesional de apenas nueve meses, no una simbiosis inquebrantable. Entiendo que Navarro quiera quedarse, al fin y al cabo, no es cuestión de tirar por la borda su carrera por solidaridad absoluta con un técnico cuyo porvenir, posiblemente, ya esté resuelto.

En estos momentos, las maniobras del club para encontrar un sustituto no serán sencillas. El presidente del Real Zaragoza expresó su pesar porque Víctor no haya sido el hombre del medio-largo plazo, del proyecto sólido que llevase al equipo a la Primera División con garantías. Sin embargo, ya hemos pasado del “hay que ascender este año” al discurso del medio-largo plazo. Y es que el tiempo se ha convertido en la coartada perfecta. ¿Cuánto tardaremos en ver un plan reconocible? A juzgar por las señales, esta etapa puede dilatarse mucho más de lo deseado.

Mientras tanto, en las redes y en los mentideros del fútbol, empiezan a sonar nombres. Carlos Ángel me decía el otro día: “Ojito, que suena Gaby”. Y no puedo decir que me extrañe. Gaby, ex capitán del Real Zaragoza, con un pasado en el Atlético de Madrid, figura dentro de esa esfera de influencia que muchos critican o ven con recelo. Y es que no podemos ignorar que, hace apenas un par de meses, cuando el Atlético de Madrid atravesaba una crisis y se planteaba (aunque fuese en voz baja) la salida de Simeone, el nombre de Gaby emergió como el candidato número uno en las quinielas extraoficiales. ¿Casualidad?

La teoría de una influencia rojiblanca creciente en el Real Zaragoza parecía al principio una conspiranoia sin fundamentos. Pero con el tiempo, y con las decisiones que se van tomando, esa idea va cuajando en la mente de muchos aficionados. ¿Se está convirtiendo el Zaragoza en una especie de sucursal o un terreno fértil para los intereses del Atlético? No quiero afirmar nada con rotundidad, pero la cantidad de señales que apuntan en esta dirección empieza a ser preocupante.

El presidente del club afirma que le hubiera encantado que Víctor fuese el hombre del ascenso y el éxito a medio-largo plazo. Sin embargo, la marcha del técnico rompe ese sueño improvisado y deja al Zaragoza en un limbo deportivo y estratégico. El mercado de invierno asoma y la dirección deportiva va a tener que mover ficha con rapidez, sin un líder en el banquillo con poder de decisión y sin una dirección clara.

Que luego vengan algunos a decir que esto son solo teorías conspiranoicas, que es “meter mierda” o que son tonterías sin fundamento. Pero la realidad se impone: cada paso, cada movimiento, cada nombre que se baraja, va dando forma a un panorama inquietante. La “puta verdad”, tan cruda como incómoda, es que el Real Zaragoza hoy está más cerca del desconcierto que del ansiado ascenso. Víctor se ha ido, la bomba ha explotado y ahora toca recoger pedazos en medio de un caos sin dirección aparente. Ojalá, por el bien del zaragocismo, este sea el primer paso para reconstruir con coherencia. Si no, el futuro seguirá siendo un campo minado.