Hay goles que valen más que un punto. El tanto de Gaëtan Poussin en el minuto 95 frente al Eibar no sólo selló el empate a dos del Real Zaragoza, sino que desató una ola de emoción en La Romareda y en el vestuario blanquillo. El guardameta francés firmó una de las imágenes más icónicas de la temporada al rematar de cabeza un córner botado por Toni Moya y convertirse en el héroe de la jornada.
“Estoy feliz por el gol, claro, pero sé que puedo hacer más en el primer tanto del Eibar. Aun así, hemos dado la cara todo el partido”, reconocía el propio Poussin tras el encuentro. Y es que su sinceridad y autocrítica no se quedaron en el césped. “Sé que no fue mi mejor acción, pero como estoy en la vida, siempre doy la cara y sigo trabajando”, subrayó.
El gol, tan inesperado como trascendental, fue una jugada ensayada desde la intuición. “Miro al míster y me dice de subir. Sé que a Toni le gusta ponerla al primer palo, así que fui como un animal y la pelota me tocó la cabeza. Gol”, relató con una sonrisa. No lo había visto repetido aún, pero lo tenía claro: “Fue un poco mágico”.
Más allá del momento épico, Poussin puso el foco en el mensaje colectivo que representó el empate. “Zaragoza nunca se rinde, y hoy se ha visto. La afición siguió animando incluso con el 0-2. Eso te empuja”, destacó, haciendo hincapié en una Romareda que volvió a ser decisiva en el arreón final.
El francés también compartió una anécdota especial con Cristian Álvarez, que años atrás marcó también un gol como portero zaragocista: “Estaba muy ilusionado, me dijo que su gol también fue un 2-2 en el último minuto”.
Poussin firmó así un capítulo inolvidable de su carrera y del zaragocismo. “Queríamos ganar, claro, pero este punto puede valer mucho. Ahora toca seguir, porque aún queda mucho trabajo”, concluyó. Y es que su mensaje es tan claro como su cabezazo: nunca rendirse.