La digitalización ha llegado para quedarse. En Aragón, miles de pequeñas y medianas empresas han dado el salto al entorno digital, a la nube, al teletrabajo y a los sistemas conectados a través de internet. Pero mientras la tecnología avanza, la seguridad no siempre lo hace al mismo ritmo. La mayoría de los ataques informáticos no se deben a sofisticadas técnicas de hacking, sino a errores humanos, falta de cultura digital o simples descuidos. En otras palabras: el eslabón más débil sigue siendo la propia empresa.
La ignorancia, el principal problema
Un ataque de ransomware puede paralizar una empresa durante días o semanas. En Aragón ya se han visto casos en los que la recuperación completa del sistema ha costado más de lo que factura una pyme en un año. A eso hay que sumar el daño a la confianza del cliente, la pérdida de información sensible y las posibles sanciones por incumplir la Ley de Protección de Datos.
Lo más preocupante es que la mayoría de estas situaciones se podrían evitar con medidas básicas de seguridad: actualizaciones al día, copias de seguridad externas, autenticación multifactor y una gestión profesional de contraseñas.
La necesidad de contar con un gestor de contraseñas empresarial
Una de las herramientas más eficaces para mejorar la seguridad sin complicar la operativa es el gestor de contraseñas empresarial. Este tipo de software permite generar, almacenar y compartir claves de forma segura dentro de un equipo de trabajo. Además, reduce el riesgo de que los empleados reutilicen contraseñas o las anoten en papel, algo todavía demasiado habitual.
Con un gestor de contraseñas empresarial, cada usuario puede tener accesos únicos y seguros, mientras el departamento de IT mantiene el control centralizado. En caso de fuga o despido, basta con revocar permisos sin alterar el resto del sistema. Y, sobre todo, se gana trazabilidad: la empresa sabe quién accedió, cuándo y desde dónde.
Un problema más habitual y recurrente de lo que parece
Según datos del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), más del 60 % de los ciberataques en España se dirigen a pymes. Y por supuesto, Aragón no es una excepción. Talleres, cooperativas agrícolas, asesorías, startups tecnológicas y hasta ayuntamientos han sufrido incidentes que, en muchos casos, con el conocimiento y recursos adecuados, pudieron haberse evitado. El problema no es sólo técnico: es cultural.
Muchas compañías aragonesas creen que no son un objetivo atractivo porque “no tienen nada que robar”. Ese pensamiento es peligroso. Los ciberdelincuentes no buscan únicamente grandes bases de datos o secretos industriales: también quieren accesos, credenciales y servidores vulnerables que puedan usar como trampolín para otros ataques. Un correo infectado o una contraseña débil pueden abrir la puerta a un desastre económico y reputacional.
Formación y prevención: la inversión más rentable
La ciberseguridad no se compra, se construye. De poco sirve instalar antivirus o cortafuegos si los empleados no saben reconocer un correo fraudulento o si comparten información sensible sin pensar. Por todo esto, cada vez más empresas están apostando por formar a su personal en buenas prácticas digitales: cómo crear contraseñas seguras, cómo identificar un intento de phishing, cómo actuar ante una posible brecha de seguridad.
Estas acciones, combinadas con una estrategia de seguridad bien planificada, marcan la diferencia entre ser víctima o estar preparado. Así mismo, las administraciones aragonesas también están impulsando programas de sensibilización y subvenciones para que las pymes puedan reforzar su infraestructura tecnológica sin ahogarse en costes.






