El Real Zaragoza atraviesa uno de sus momentos más delicados en décadas. Por primera vez desde la temporada 1997/98, el equipo ha perdido los dos primeros partidos de Liga. Pero lo más preocupante no es solo la estadística: los rivales han sido dos recién ascendidos. Tras caer en el debut, el conjunto aragonés ha encajado una dura derrota en casa ante el FC Andorra (1-3), dejando una imagen preocupante, sin rumbo ni respuesta.
El partido comenzó con un Zaragoza voluntarioso, que generó varias llegadas por banda y dispuso de ocasiones en los primeros veinte minutos. Moyano, Soberón y Juan Sebastián rozaron el gol, pero los visitantes golpearon primero: en el minuto 9, Lautaro de León aprovechó un despiste defensivo para abrir el marcador.
El conjunto blanquillo se desinfló tras el tanto. La posesión fue improductiva, el juego se volvió plano, y los errores defensivos se acumularon. Pese a un disparo al poste de Toni Moya (58’), la reacción no llegó. El momento clave del partido fue la expulsión de Carlos Pomares (61’), que dejó al equipo con diez y abrió la puerta del desastre.
El Andorra no desaprovechó la superioridad y amplió distancias con los goles de Villahermosa (68’) y Gael Alonso (73’), ambos aprovechando la pasividad de la zaga local. El tanto de la honra lo firmó Samed Bazdar en el 78’, en una acción aislada que no cambió el guion de la tarde.
El ambiente en La Romareda, que comenzó con ilusión, acabó teñido de resignación. La afición despidió al equipo con pitos y gestos de desesperación. El dato es demoledor: dos derrotas en dos jornadas ante rivales teóricamente inferiores y cuatro goles encajados.
El Zaragoza es hoy un equipo sin identidad, sin líder y sin rumbo. A la espera de fichajes —incluido un portero y varios refuerzos más—, el proyecto de Gabi Fernández arranca con dudas profundas y una herida que solo el tiempo dirá si cicatriza o se agrava.
Lo único claro es que, de seguir así, la temporada se le puede escapar al Zaragoza, más aún que el año pasado.
