El dominio de todas las facetas del juego: compartir la tarea creativa con el valor de la recuperación; la capacidad de encarar, el balón al hueco y el juego largo… Y saber rasear la pelota sin dejar de lado el juego aéreo. En la batalla de las alturas se dirimen muchas de escaramuzas de un juego en el que resulta determinante dominar todas las facetas; y en todas las zonas del campo.
La cobertura cumple una labor fundamental en la defensa antiárea: Nieto, con casi setenta balones ganados por arriba; Atienza, en el entorno del medio centenar; Clemente, Delmás y Guitián (con dos docenas cada uno), o El Yamiq (17 balones por alto en los partidos como blanquillo) brindan una contundencia fundamental en jugadas clave como la estrategia y el balón parado.
Pero resulta labor de la medular que esas jugadas no lleguen a la línea de retaguardia, cortar por lo sano en el centro del campo: Eguaras o Guti no dudan en destinar una buena parte de sus energías a esa pelea, que comparten con su ambición creativa y en el juego del balón al pie.
La alternativa del balón en largo cuando la muralla rival impide encontrar un hueco por el conducir el balón brinda también un protagonismo singular en el juego aéreo a los delanteros. Suárez, Soro o Puado ingresan en esa batalla para ofrecer hacia atrás un balón que abra una vía en la cobertura rival. Una segunda jugada que cada uno de ellos ha completado con asiduidad.
La conexión y compenetración en el juego entre ellos resulta fundamental en una faceta del juego también clave cuando el resto de las opciones no ofrecen el resultado esperado.
La batalla de las alturas, el dominio del juego aéreo se convierte en otra faceta fundamental e imprescindible para garantizar las virtudes que dan forma a un equipo completo: las exigencias que plantea el técnico Víctor Fernández.