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Los bosques de Aragón están desapareciendo y no es solo por culpa de los incendios

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Aragón se ha enfrentado a la pérdida de cobertura arbórea por diversas causas en las últimas dos décadas, pero los incendios forestales no han sido el factor más determinante. A lo largo del período comprendido entre 2001 y 2023, se estima que un total de 14,2 mil hectáreas (kha) de bosque desaparecieron como consecuencia de los fuegos, mientras que 27,1 kha se perdieron por otras razones, como la expansión urbanística, la construcción de infraestructuras o la gestión inadecuada de los recursos naturales. Estos datos ponen de manifiesto que los incendios representan tan solo el 34% de la desaparición de masa forestal en Aragón, confirmando que la mayor amenaza para los bosques no proviene únicamente de las llamas.

La cifra de 2009 resulta especialmente llamativa, ya que ese año se perdieron 3,35 kha a causa del fuego, lo que supuso el 79% de toda la pérdida de cobertura arbórea registrada en Aragón en ese periodo anual. Si bien se trata de un pico puntual, esta situación es un recordatorio de que, ante condiciones climáticas extremas o una falta de prevención adecuada, los incendios pueden alcanzar proporciones alarmantes. Sin embargo, el análisis global de los últimos 22 años revela que las causas no relacionadas con el fuego siguen siendo las responsables de la mayoría de la superficie boscosa perdida.

La temporada alta de incendios en Aragón suele comenzar en mayo y prolongarse durante alrededor de 12 semanas. Durante este lapso, las altas temperaturas y los vientos secos aumentan el riesgo de que se inicie un fuego de manera accidental o incluso intencionada. Sin embargo, el hecho de que el 66% de la pérdida de bosques se deba a causas distintas a los incendios implica la necesidad de atender una variedad de factores: desde la planificación territorial y el crecimiento urbanístico, hasta la adopción de prácticas agroforestales sostenibles. Estas cuestiones resultan cruciales para proteger el patrimonio natural aragonés de manera integral.

En 2024, entre el 29 de enero y el 23 de diciembre, se registraron 11 alertas de incendio de alta confianza. Esta cifra es similar a la de años anteriores desde 2012, lo que sugiere que no se han producido cambios significativos en la tendencia de riesgos de incendios. No obstante, las autoridades recuerdan la importancia de mantener la vigilancia y la prevención activa, especialmente en los meses de mayo, junio y julio, cuando el calor y la sequía pueden hacer que cualquier ignición se convierta rápidamente en un siniestro de grandes proporciones.

La situación en Aragón se enfrenta a retos diversos. Por un lado, la acción del hombre, que conlleva la fragmentación de los ecosistemas, propicia la aparición de plagas y la disminución de la biodiversidad. Por otro, el cambio climático contribuye a agudizar eventos extremos como olas de calor y sequías prolongadas, incrementando las posibilidades de que se produzcan incendios forestales. Aun así, los esfuerzos de reforestación y restauración de áreas degradadas, junto con la implementación de una gestión forestal responsable, pueden marcar la diferencia y revertir la tendencia de pérdida de bosques en el largo plazo.

En este sentido, es fundamental concienciar a la población sobre la importancia de cuidar los bosques. De poco sirve centrarse exclusivamente en apagar llamas si se siguen promoviendo prácticas agrícolas y urbanísticas que ponen en riesgo la regeneración natural de las masas forestales. Del mismo modo, la formación de profesionales y voluntarios en materia de prevención y extinción de incendios, así como la adopción de nuevos protocolos de gestión, pueden prevenir que situaciones como la de 2009 se repitan con la misma intensidad.

Por todo ello, aunque los incendios continúan siendo un problema de primer orden para la conservación de los bosques, los datos apuntan a que en Aragón son otras causas, a menudo silenciosas y menos mediáticas, las principales responsables de la progresiva reducción de la superficie arbolada. Se hace imprescindible, por tanto, una planificación estratégica que conjunte la prevención de incendios con el control del uso del suelo y la regeneración de áreas degradadas, mirando siempre hacia el futuro de nuestros bosques y de las generaciones venideras.

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