El Real Zaragoza afronta este sábado en El Sardinero uno de esos partidos que marcan temporadas. No porque sea una final matemática, pero sí emocional. Lo que está en juego va más allá de los tres puntos: hablamos de dignidad, de carácter, de supervivencia.
El Racing de Santander es, a día de hoy, mejor equipo en todos los sentidos: juegan mejor, tienen más pegada, más solidez defensiva y compiten con la confianza de quien mira hacia arriba en la clasificación. Nosotros no. Nosotros miramos al abismo. Llevamos solo dos victorias en los últimos veinte partidos. Somos, literalmente, los únicos a los que todos parecen ganar… incluso equipos que no ganan a nadie más.
¿El Almería? Llevaba tres meses sin vencer a nadie y nos goleó. ¿El Córdoba? No ganaba fuera de casa y se llevó puntos de La Romareda. ¿Y nosotros? Cada semana parecemos más fáciles de batir.
Pero ya no valen excusas. No sirve decir que el rival es mejor, que toca campo difícil o que “era lo esperado”. Si cada jornada justificamos la derrota como lógica, entonces aceptamos que este club está destinado a bajar. Y eso, simplemente, no puede ser.
Hace un año también fuimos a Santander en inferioridad. También eran mejores. Y les ganamos. Esa victoria nos dio la vida y a ellos les quitó el playoff. La fórmula se conoce: competir como si no hubiera mañana.
Si el Zaragoza no empieza a sumar de tres en tres, si no recupera el espíritu, si no demuestra que quiere quedarse en Segunda, entonces la Primera RFEF nos espera. Y lo peor no será el descenso en sí, sino haberlo visto venir semana tras semana, disfrazado de explicaciones cómodas y derrotas asumidas.