¿Víctor Fernández en el punto de mira?

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El Real Zaragoza vuelve a transitar una senda peligrosa. Con una racha sin ganar que se alarga demasiado, el club aragonés afronta un punto de inflexión: mantener la apuesta por Víctor Fernández o cambiar de timón. Cuando el entrenador llegó, se confiaba en su carisma, su pasado exitoso y su capacidad para tranquilizar el entorno. Pero el tiempo pasa y los resultados no llegan, situando al técnico en el centro del debate.

La crisis deportiva actual no es solo culpa de un hombre. Entrenador, dirección deportiva, jugadores y propiedad comparten la responsabilidad. Sin embargo, en el fútbol es habitual que la primera solución sea señalar al banquillo. ¿Sería acertado destituir a Víctor Fernández a estas alturas? El mercado de invierno se acerca, y con él la única oportunidad real de reajustar la plantilla. Cambiar de técnico ahora supondría que el nuevo no tendría margen para guiar los fichajes, condenando al club a improvisar sobre la marcha.

Algunos recuerdan que en la presentación, Víctor Fernández arremetió contra el fútbol timorato, la defensa de cinco, el conformismo y la ausencia de actitud ofensiva. Paradójicamente, hoy el equipo se aferra a un 5-4-1 sin solidez, sin profundidad y sin identidad. El entrenador parece haberse dejado atrapar por la dinámica negativa, la falta de recursos y el miedo a encajar goles. Esta contradicción mina su credibilidad ante los aficionados, que ven cómo el equipo ha perdido el ADN que supuestamente iba a recuperar.

La opción de mantener a Víctor pasa por tener confianza en su experiencia. El míster conoce la plantilla, asumió la dirección deportiva en verano junto a Cordero y, por ende, sabe qué carencias tiene el equipo. Él fue quien habló de la “incompletitud” de la plantilla en agosto, un eufemismo para describir la falta de refuerzos de calidad en puestos clave. Ahora, ante el mercado invernal, podría identificar mejor que nadie qué fichajes necesita el equipo. Además, la experiencia dice que cambiar de entrenador a mitad de curso rara vez soluciona problemas tan estructurales.

Por el contrario, quienes defienden la salida de Víctor argumentan que el equipo no muestra signos de mejoría, sino todo lo contrario. Tras tantas probaturas, sistemas y cambios de jugadores, el Zaragoza sigue sin encontrar una línea clara de juego. La falta de reacción en encuentros clave, la debilidad defensiva crónica y la incapacidad ofensiva alimentan la idea de que el entrenador se ha quedado sin soluciones. Un relevo, opinan estos críticos, podría suponer un “efecto revulsivo”.

La clave del debate radica en el mercado de invierno. Traer tres o cuatro jugadores diferenciales no es nada fácil. Muchos equipos buscan refuerzos y pocos ofrecen un proyecto atractivo desde la mitad de la tabla hacia abajo. Además, la economía del club no parece invitar al optimismo. En este contexto, el mejor as en la manga puede ser un entrenador con prestigio, que convenza a los posibles fichajes de que hay un plan a largo plazo. Ese era uno de los puntos fuertes de contar con Víctor Fernández, pero ¿cuánto pesará su nombre hoy día, con el equipo hundido en una racha pésima?

El aficionado se encuentra en medio de esta encrucijada: por un lado, teme que un despido deje al club sin guía, arruinando el plan de fichar lo necesario en enero. Por otro, percibe que la inercia es tan negativa que la mantención del técnico podría ser un parche inútil. La dirección, mientras tanto, debe actuar con determinación. Si renueva la confianza en el entrenador, debe reforzarle con fichajes y dejar claro que el objetivo no está perdido. Si opta por el despido, tendrá que hacerlo rápido, para dar margen al nuevo inquilino del banquillo a participar en la confección de la plantilla.

En última instancia, el dilema del banquillo es un síntoma de problemas mayores. El Real Zaragoza no ha logrado consolidar un proyecto estable, y cada año vuelve a empezar de cero. Mientras los resultados no acompañen, la espada de Damocles penderá sobre el técnico, sean cuales sean sus méritos pasados. La afición espera una reacción inmediata, y el tiempo corre en contra de un club que parece repetir, una temporada más, el mismo guión de fracaso.