El equilibrio del juego que brinda el Real Zaragoza se sustenta, sin duda, por su vocación de ir diseñando el fútbol poco a poco, con tranquilidad, mimando el balón hasta encontrar una vía por donde romper la muralla visitante, una fuga en el entramado defensivo rival. Porque hay veces en que, si resultara preciso, el equipo no renuncia al juego directo, al balón largo para aprovechar la velocidad de sus puntas de lanza. Pero el camino natural es el de buscar el cara a cara, afrontar el reto de ponerse de frente al rival.
La capacidad de encarar, el regate para dejar atrás a un rival, es un arma en la que interviene directamente la calidad de la plantilla. Esa exigencia recae de forma fundamental en los jugadores de ataque y en aquellos que encuentran en la banda el carril por el que brindar posibles asistencias.
El carácter del colombiano Luis Suárez le permite afrontar con descaro el careo con los defensas rivales. Más de medio centenar de regates (55) engordan la estadística del ‘26’ blanquillo. Son llamativos también los 26 recortes de Javi Puado, en los 15 partidos disputados.
La velocidad, la capacidad de desbordar en la antesala del último pase, conforman la seña de identidad de los futbolistas que abren y cierran la banda. La virtud de dejar atrás al futbolista con el que ha quedado emparejado forma parte del perfil de jugadores como Álex Blanco, Shinji Kagawa, Burgui o Soro.
Y esa labor de percutir por la banda resulta fundamental en la labor de los laterales: Vigaray (21 regates) o Nieto (25) pelean por ganar el fondo para ofrecer un servicio que pueda ser rematado en la posición de ariete.
No es menos importante el valor del regate en la tarea de creación: la capacidad de dejar atrás a rivales de Igbekeme, Guti o Javi Ros brindan al Real Zaragoza un ramillete de opciones con las que enriquecer el valor de su juego de ataque.