El Colegio Profesional de Psicología de Aragón ha firmado un convenio de colaboración con la asociación motorista para la Protección a la Infancia Contra el Abuso de Aragón (PICA) para sumar fuerzas contra esta realidad que constituye un gran problema para muchos menores aragoneses.
Se trata de un acuerdo por el cual pretenden “iniciar una serie de charlas y actividades en el colegio y del que se ha creado un grupo de trabajo junto con sus dos psicólogos colegiados y otros miembros”. “Creo que, de esta unión pueden salir cosas muy bonitas”, valora la presidenta Lucía Tomás.
PICA es una asociación benéfica sin ánimo de lucro que se dedica a la ayuda y acompañamiento de menores víctimas de abusos, tanto físicos y psicológicos, como sexuales. El objetivo de esta firma es comenzar a trabajar de forma conjunta en pro del bienestar de la infancia en materia de educación y de protección infantil.
“Nuestro proyecto nace hace más de 6 años en Aragón por una preocupación de un grupo de motoristas por prevenir cualquier tipo de abuso en la infancia”, reconoce Latxo, presidente de PICA España. Además, al contar con dos profesionales de la psicología entre sus filas, además de un jurista, decidieron lanzarse a la piscina. “Comenzamos a formarnos en distintos ámbitos para lograr empatizar con los chavales y poder echarles una mano rompiendo estereotipos”, advierte.
Cada año, en Aragón reciben en torno a un centenar de llamadas, tanto de jóvenes como de familiares preocupados. “En ese momento se pone en marcha el denominado Protocolo PICA y llevamos a cabo una investigación para tratar de esclarecer los hechos”, asegura Latxo. Afortunadamente, la gran mayoría de casos se resuelve en un par de reuniones informativas.
“Nuestro programa consta de tres fases: la informativa, preventiva y la intervención siempre bajo orden y mandato de nuestros psicólogos”, explica Pirata, presidente de PICA Aragón. Los y las menores que llegan a esta última fase, sin duda la más dura y compleja de todas, se convierten en hijos e hijas del club.
En un contexto como el actual, marcado por la pérdida de autoridad de la figura del profesor o la profesora, nos encontramos ante una infancia impaciente, sin capacidad para tolerar la frustración y, en muchos casos, desatendida debido a la dificultad a la hora de llevar a cabo una conciliación correcta. “Atender a un niño no es darle de comer, vestirlo y llevarlo al colegio. Es estar con él, conocerlo…”, reivindican.
“Como norma general nos encontramos con un problema de valores y, sobre todo, en la manera de educar a nuestros hijos. Muchas veces, en nuestras charlas a padres, alguno nos dice: “No, es que yo soy colega de mi hijo”. Pues en ese caso, lo estás dejando huérfano. Los menores necesitan unos límites y normas”, asegura Latxo Pirata.
Lo cierto es que, cuando hacen su llegada a un centro escolar, con su ‘look’ típico de moteros, logran meterse a la audiencia en el bolsillo. Una excusa que utilizan para comenzar a trabajar con los menores. “Cuando entramos a un instituto la gente alucina, a todos los niños les gustan las motos. Si en algo podemos destacar es que conseguimos ponernos a su altura porque para ellos es una situación de ruptura”, explica.