Por Pilar Sopesens
Zaragoza, 12 de marzo de 2025. Monseñor Jean-Abdo Arbash, arzobispo de la Archidiócesis Greco-Católica Melquita de Homs, Hamá y Yabrut (Siria), ha visitado Zaragoza para compartir de primera mano la difícil situación que atraviesa su país tras la caída del gobierno de Bashar al-Asad en diciembre de 2024. Durante su breve estancia, concedió esta entrevista exclusiva, en la que detalla las duras condiciones que padece la población siria, y en particular la minoría cristiana. A continuación, se reproduce íntegramente la conversación.
Periodista: Muy buenos días, Monseñor. Bienvenido a Zaragoza. Sabemos que su tiempo es muy limitado y le agradecemos que haya accedido a contarnos cuál es la situación en Siria y, concretamente, la de la comunidad católica.
Monseñor Jean-Abdo Arbash: Buenos días a todos ustedes, y gracias por la invitación. Es la primera vez que visito esta ciudad y estoy muy agradecido por el recibimiento que me han brindado aquí en Zaragoza.
La situación en Siria, tras el cambio de gobierno en diciembre de 2024, es cada día más complicada. Cualquier transición política requiere un plan y una visión claros de futuro, algo que, lamentablemente, no estamos viendo. Y eso se traduce en tres grandes problemas para la vida cotidiana.
Periodista: ¿Cuáles son esos problemas principales?
Monseñor Arbash: En primer lugar, la falta absoluta de seguridad. No hay ejército ni policía en las calles, lo que genera un caos total. La gente no se siente protegida de ningún modo. En segundo lugar, la parte económica está desmoronándose. Hoy todo es más caro que antes y los salarios rondan los 40 o 60 dólares mensuales, por lo que ni siquiera se puede comprar pan para comer. Por último, el embargo internacional lleva años afectándonos: no hay exportaciones ni importaciones, lo que limita gravemente el acceso a materiales de trabajo y bienes de primera necesidad.
Periodista: Usted menciona la cuestión de la seguridad. ¿Cómo se ve esto reflejado en la vida diaria de los cristianos y de otras minorías religiosas?
Monseñor Arbash: Lamentablemente, las noticias sobre ataques a los cristianos se han multiplicado. A veces se describe como casos aislados, pero se repiten demasiado. Muchos de estos actos violentos están protagonizados por grupos extremistas que vienen de fuera de Siria, no por la población local. Lo importante es aclarar que el pueblo sirio siempre ha convivido en armonía. Incluso hoy, cuando restauramos nuestras iglesias, la mayoría de los trabajadores son musulmanes. La fractura proviene de grupos organizados que persiguen intereses ajenos a nuestra comunidad.
Periodista: Antes de la guerra, los cristianos constituían aproximadamente el 10% de la población siria, mientras que ahora no llegan ni al 4%. ¿Cuáles son las causas de este descenso?
Monseñor Arbash: El miedo y la inseguridad han impulsado la emigración. Muchos jóvenes cristianos han salido del país buscando seguridad y una oportunidad de vida digna. Eso no afecta solo a nuestra Iglesia, sino a la sociedad siria en su conjunto. Hoy, ciertas parroquias casi no tienen jóvenes, y si sigue así, corremos el riesgo de vaciar Siria de cristianos, siendo esta tierra cuna del cristianismo desde los primeros siglos.
Periodista: Se sabe que usted mismo ha sufrido la violencia en primera persona, con el bombardeo de la residencia episcopal en Homs. ¿Puede contarnos más sobre esa experiencia?
Monseñor Arbash: Entre 2011 y 2014, el centro de Homs, donde se concentran muchas iglesias—greco ortodoxas, greco católicas, siríacas—, cayó en manos de Daesh. Allí vivían muy pocos cristianos que no pudieron huir, en torno a cuarenta personas, hasta la liberación de la ciudad el 8 de mayo de 2014. Fue una época muy dolorosa, pues se destruyeron templos, residencias y conventos con gran valor histórico y espiritual.
Periodista: Hoy va a visitar la Basílica del Pilar y otras instituciones de Zaragoza. ¿Cuál es su principal mensaje para quienes lo reciben y, sobre todo, para quienes siguen de cerca la realidad de Siria?
Monseñor Arbash: Ante todo, agradecer la hospitalidad y la ayuda de tantas personas solidarias. Nuestro mensaje es de paz y esperanza, pero no podemos esconder la cruda realidad: el futuro inmediato de Siria es incierto. Existen conversaciones con el nuevo gobierno, con la ONU y con distintos patriarcas e instituciones internacionales, pero todavía no se ve con claridad adónde nos dirigimos. Oriente Medio entero está en conflicto; la situación en Líbano, Palestina y otros países vecinos también es muy delicada. Mi deseo es que se escuche el clamor de la gente común que solo anhela vivir en paz y con dignidad.
Periodista: Para finalizar, ¿qué se necesita ahora mismo para avanzar hacia la pacificación y la reconstrucción?
Monseñor Arbash: Como dice el Papa Francisco, tenemos que parar la guerra y trabajar para que el ser humano recupere la dignidad. Eso solo se logra con seguridad, desarrollo económico y el fin de los bloqueos que asfixian al país. Sin embargo, mientras la violencia continúe y la incertidumbre reine, será difícil retener a los jóvenes y garantizar que las familias cristianas puedan arraigarse en su tierra. Por ello, les pido sus oraciones y su ayuda. Necesitamos del apoyo internacional para reconstruir iglesias, escuelas y hospitales, pero sobre todo para conservar nuestro tejido social y nuestra herencia espiritual.
Periodista: Muchas gracias por sus palabras y por compartir su testimonio.
Monseñor Arbash: Gracias a ustedes por el espacio. Gracias también a todos los benefactores que nos ayudan. Para nosotros, la oración es vital. Ojalá que pronto podamos ver una Siria en paz y seguir siendo, como hemos sido siempre, parte esencial de la diversidad de Oriente Medio.