Ager Aketxe ha reconocido la compleja situación del equipo. Y también ha señalado la necesidad de recuperar la fortaleza en La Romareda, afinar la puntería de cara al gol y, en definitiva, volver a enamorar a la afición. Sus palabras, lejos de ser mero discurso de compromiso, reflejan el sentir de un vestuario consciente de que el margen de maniobra empieza a estrecharse, especialmente tras un mes de noviembre sin victorias.
En un entorno marcado por la irregularidad y la ansiedad, las declaraciones de Aketxe resultan positivas en varios aspectos. Primero, destaca la voluntad del jugador por asumir su cuota de responsabilidad, tanto a nivel personal como colectivo. Admitir que ha faltado puntería en los últimos metros, que el rendimiento individual no está al nivel esperado o que La Romareda ha dejado de intimidar a los rivales, es ya un primer paso hacia la reacción. En el fútbol, reconocer las carencias resulta esencial para encontrar las soluciones adecuadas.
Por otro lado, el mediapunta vasco incide en la idea de que el ascenso o la pelea por la zona noble de la clasificación pasan inevitablemente por recuperar la regularidad en casa. En un escenario tan competitivo como la Segunda División, un equipo con aspiraciones de subir no puede permitirse que su estadio se convierta en territorio neutral. Si el Real Zaragoza pretende regresar a Primera, debe transformar sus compromisos en casa en citas prácticamente innegociables de tres puntos. La presión, en estos casos, es un arma de doble filo, pero Aketxe deja entrever que el equipo está preparado para convertir la tensión en energía positiva.
Es significativo, además, cómo Aketxe pone el foco en los pequeños detalles. La categoría de plata es una competición dura, en la que partidos muy igualados se deciden por despistes puntuales. El reconocimiento de errores tácticos como el córner a favor convertido en gol en contra, o la falta de acierto en la definición, son recordatorios de que el éxito radica en la constancia, la concentración y el trabajo minucioso en los entrenamientos.
También merece atención la empatía de Aketxe hacia la afición. El futbolista apunta a la necesidad de devolver la ilusión a la grada, de recuperar esa comunión que en el inicio de temporada encendía la esperanza. Esa es la esencia del Zaragoza: un club con una afición volcada, cuya exigencia y pasión presionan pero también motivan. Si el equipo es capaz de reencontrar su carácter, la afición responderá con el aliento que siempre le ha caracterizado.
En definitiva, las declaraciones de Ager Aketxe reflejan la conciencia plena de la realidad actual del Real Zaragoza: un equipo con aspiraciones, pero atrapado en una dinámica que necesita romper. Sus palabras no ofrecen soluciones mágicas, pero sí arrojan luz sobre las claves del cambio: recuperar la fortaleza en casa, ajustar detalles, mejorar la eficacia de cara a portería y reencontrar esa conexión emocional con la hinchada. Este tipo de sinceridad y autocrítica es el primer escalón para iniciar una remontada. Ahora, habrá que ver si el vestuario y el cuerpo técnico saben transformar estas reflexiones en resultados tangibles.