Nuestro manifiesto: Somos zaragocistas de sangre, sudor y lágrimas: Gilipollas, no

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Raúl Guti ya es historia en el Real Zaragoza. Como tantos otros, a lo largo de las campañas -somos un club genéticamente vendedor, que nadie lo olvide, como el 98% de los clubes de élite de balompié español- han tomado el camino de la salida para hacer caja, para logar grandes operaciones -ya lejanísimas- o para, simplemente subsistir.

La salida del canterano hacia un rival directo -se supone- en el camino hacia primera es una atrocidad propia de una entidad pequeña y pusilánime. Tal y como somos ahora mismo merced al desempeño de una propiedad desesperante. Una propiedad que considera demostrado su compromiso con los pasos dados hasta ahora pero que no ha diseñado una hoja de ruta hacia la primera.

Reforzar a un rival directo, reconozcámoslo, es algo impropio de un club ambicioso, del peso e historia del Real Zaragoza. Es una atrocidad lamentable que nunca -nunca, insisto- había sucedido con anterioridad. El Real Zaragoza ha vendido a grandes jugadores a lo largo de los tiempos pero siempre a un club superior, dentro del fútbol nacional o europeo. Malvender, al 45% de la cláusula, a un futbolista a un equipo que será enemigo directo hacia la primera es, simplemente, aberrante.

Lo grave, en esta operación de habas, no es la venta en si. Lo grave es que evidencia quienes somos ahora mismo y donde estamos.

La misma propiedad que salvó al Real Zaragoza hace unos años lo está empequeñeciendo, Su inacción, su falta de ambición, su desconocimiento absoluto -hablo del consejo- de los asuntos deportivos es una losa que acabará -salvo milagro- mandando al club al pozo de la historia. Los mismos que salvaron a la entidad, pueden ser sus verdugos.

Es preciso que los dueños abandonen su soberbia de clase, su soberbia deportiva. Que prescindan de cargos de confianza. De profesionales que no han dado el nivel en ocho años.

Ninguno de los propietarios del club -empresarios de abolengo, con éxitos indiscutibles en su acción privada- soportarían en sus respectivos organigramas a profesionales que acumulen cuatro, cinco, seis o siete ejercicios catastróficos en los que la consecución de objetivos ha sido un fracaso continuado.

La salida, con destino a Almería, de Guti, debería ser la gota que colmara el vaso. E insisto, no por la venta en si, sino porque, tras 88 años, es la primera vez que se ve, meridianamente, en lo que nos está convirtiendo esta propiedad.

Si ellos no quieren invertir más, el camino es fácil, -si son zaragocistas de pro, que de eso presumen- que dejen paso a otros con ganas de hacerlo. El único plan de acción de los propietarios es confiar en el trabajo -discutible, de un inapreciable director general y de un director deportivo que no ha logrado el objetivo marcado- y esperar a que suene la flauta. Son especialistas en acumular fracasos. Y pegarle al poste no te hace ganar. Pierdes…

Este año, tras el fiasco de la campaña anterior, nuestro Real Zaragoza -poco amigo de las instituciones- se deberá medir, con sus menos de siete kilos de límite, con el Espanyol (44.75 millones); Leganés (38,40 millones); Girona (18,47); Mallorca (18,35) o Almería (17,06). Cada año es más complicado. Cada año se complica el reto.

La propiedad no aumenta los posibles… es más, discute a la masa social el derecho a percibir las cantidades pagadas, en dinero, por unos carnets cuyo 28% no han disfrutado. Es uno de los cuatro equipos de segunda que aún no ha ofrecido a la parroquia soluciones al respecto. En lugar de apostar por la SAD, vende todo lo que se pueda vender, con criterios totalmente ajenos a lo deportivo. Reforzando a un rival directo simplemente porque ofrecia unos cuantos cientos de miles más de euros.

Negros horizontes se ciernen sobre el club de nuestros amores. Y lo malo es que la afición -los 28.000 abonados y los miles y miles que no lo son por distancia o diversos criterios- se merece otra actitud, otro enfoque.

Vender a Guti –y siempre seré de mi club y no de ningun jugador– en las circunstancias que se ha vendido es una afrenta al espíritu blanquillo. Algo que no puede pasar sin más.

Insisto: la gota que, en lo que a mi respecta, ha colmado el vaso. Podremos hablar de proyecto más o menos ilusionante, de si Lalo acertará o no este curso, de si Tebas nos fastidiará, de si el fútbol nos debe una o dos… solo se que, por octavo año consecutivo, estamos en segunda. Y no pasa nada. Nada.

Bueno, si… que cada año que pasa, somos más pequeños. Ilusionados por esta próxima temporada, vale, porque somos zaragocistas de sangre, sudor y lágrimas. Gilipollas, no.