Monseñor Bernardito Auza, nuncio apostólico en España y en nombre del papa Francisco, ha impuesto el palio a monseñor Carlos Escribano, arzobispo de Zaragoza, en una ceremonia solemne que ha tenido lugar en la tarde de hoy, domingo 26 de septiembre, a las 18.00 horas, en la catedral basílica de Nuestra Señora del Pilar. En la celebración han estado presentes los obispos de la provincia eclesiástica: Mons. Ruiz Martorell (Huesca), Mons. Hernández Sola (Tarazona), Mons. Pérez Pueyo (Barbastro-Monzón) y Mons. Satué Huerto (Teruel y Albarracín).
Al comienzo de la celebración de la misa estacional, el arzobispo Carlos ha realizado la profesión de fe católica, desde su compromiso como ‘metropolitano’, que conlleva principalmente el deber de ser custodio de la comunión eclesial, armonizando la cooperación entre las diócesis de la provincia eclesiástica. En su homilía, monseñor Escribano ha explicado que el palio, entre otros significados, simboliza «la relación estrecha entre Jesucristo y el arzobispo, entre el arzobispo y el pueblo a él confiado»
El palio es la insignia litúrgica de este ministerio: una banda de lana blanca que el Papa entrega a los arzobispos residenciales para destacar su calidad de legítimo sucesor de los apóstoles y de servidor de la comunión entre las diócesis sufragáneas y de estas, con el sucesor de Pedro.
Un signo litúrgico
El palio es una prenda eclesiástica que consiste en una faja de lana blanca, de entre cuatro y seis centímetros de ancho, confeccionada en forma de collar con dos extremidades, una por el pecho y otra por la espalda, que lleva bordada seis cruces de seda negra, cuatro en el collar y otras dos en las extremidades.