La historia se repite para el Real Zaragoza, y esta vez fue en Riazor. Un empate a uno que podría haberse sentido como una victoria tras el gol in extremis de Francho Serrano en el 90’, pero que deja una sensación de impotencia tras 90 minutos de altibajos.
El Deportivo golpeó primero, aprovechando un desajuste defensivo zaragocista que permitió a Mario Soriano abrir el marcador en el minuto 7. Desde entonces, los de Víctor buscaron sin mucha claridad el empate, pero los errores en los últimos metros y la falta de contundencia volvieron a ser el talón de Aquiles de este equipo.
La segunda parte fue un cúmulo de intentos fallidos. Iván Azón, Adu Ares y Calero tuvieron oportunidades claras, pero la falta de precisión en el remate parecía condenar al Zaragoza. El Deportivo, cómodo con el resultado, se replegó y buscó salidas rápidas al contraataque que casi les dieron el segundo gol.
Y cuando todo parecía perdido, Francho Serrano rescató al equipo con un remate desde el centro del área tras un balón caído en la zona caliente. Un gol que daba oxígeno, pero que también deja muchas dudas.
El Zaragoza sigue sin encontrar la regularidad que la afición exige, y aunque el punto puede considerarse valioso, no oculta los problemas estructurales del equipo: falta de creatividad en la medular, errores defensivos y una alarmante incapacidad para cerrar partidos.
Un empate que sabe a poco y que no hace más que mantener al Zaragoza en una incómoda zona media de la tabla. La paciencia se agota, y el equipo debe reaccionar ya si quiere aspirar a algo más esta temporada. Riazor era una prueba, y aunque no se suspendió, tampoco se aprobó con nota.