Regeneración democrática

0

La regeneración democrática que anuncia Pedro Sánchez tiene de regeneración tan poco como de democrática. Las medidas anunciadas y el tono revanchista con que lo hace suenan a venganza más que a otra cosa. Está resentido por los ataques que sufren él y su entorno y quiere que se sepa, y que quien le ataca pague por ello. Pero es verdad que hace falta una profunda regeneración democrática en España, sobre todo por el destrozo que está causando este personaje y el que todavía puede causar, tanto a nivel institucional como económico. Quedan, si consigue concluirlo, tres años de mandato. Pero la España de dentro de tres años será muy distinta de esta de ahora. Despertaremos a la realidad de una forma dolorosa, antes de que trascurra ese tiempo, como cuando en la época de Zapatero pasamos de la Champions League de la economía a los recortes, de la noche a la mañana. 

Tanto las evidencias como las conclusiones que derivan de ellas son desoladoras. Si nuestro entramado institucional y económico puede peligrar tan gravemente por la llegada al poder de un personaje como Sánchez, un aventurero sin límites morales ni escrúpulos de ningún tipo, significa que el sistema democrático del que nos dotamos hace ya más de cuarenta años es extremadamente débil. Y habrá que reforzarlo o, quizás, reformarlo en profundidad. Pedro Sánchez caerá, y lo hará con estrépito, con gran ruido de platos rotos y dejando tras de sí un panorama de desolación, con las instituciones sumidas en el descrédito y la inoperancia, la economía hundida y la cohesión territorial rota como en los preludios de la primera República. Faltan tres años y, después de ver de lo que ha sido capaz en este último año de mandato, cualquier cosa es posible.

La organización territorial ha sido posiblemente uno de los puntos más débiles de nuestra Constitución; una Constitución que se enmienda a sí misma, que es capaz de proclamar que “las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales” y que se desdice más adelante en una disposición adicional que otorga al País Vaco y Navarra unos regímenes forales claramente privilegiados, propios de Estados confederales y basados en unos antidemocráticos “derechos históricos”, que, junto con los gremiales, estamentales y de clase, fueron abolidos en la Revolución francesa y ya no se reconocen en ningún país avanzado del mundo. En democracia sólo hay una fuente de derechos, la ciudadanía. El agravio comparativo que ahora esgrime Cataluña podría ser invocado por cualquier otra comunidad autónoma con la misma legitimidad histórica, lo que llevaría a la ruptura de dos de los principios básicos de cualquier Estado o unión política, la solidaridad interterritorial y la convergencia económica. Si prescindimos de ellos, todo salta por los aires.

En nada ayuda al refuerzo y vigencia de nuestra Constitución un Tribunal Constitucional plegado al poder y capaz de reinterpretar nuestra Carta Magna con más creatividad que rigor, siempre plegado a los intereses del presidente; un Tribunal convertido en instancia de casación de las sentencias del Supremo, un papel que claramente no le corresponde. Podríamos prescindir de él y nos ahorraríamos muchos de los conflictos competenciales vividos en la última década. Un país como Estados Unidos, de tamaño continental y más de trescientos millones de habitantes, no tiene Tribunal Constitucional, le basta con el Supremo.

Si durante la Transición pasamos de la Ley a la Ley, si supimos hacerlo, podremos hacerlo otra vez. Pero hemos de aprender la lección: no podemos permitirnos un sistema tan débil que la sola presencia de un aventurero en el momento y el lugar adecuado pueda desestabilizarlo hasta el riesgo de ruptura en la forma en que lo está haciendo Pedro Sánchez. Bettino Craxi acabó en Túnez y el Partido Socialista Italiano disuelto. Cuando esto ocurra en España llegará el momento de aplicarse en serio a esa regeneración democrática urgente que necesitamos.

Julio Calvo Iglesias

Portavoz del grupo municipal de VOX en el Ayuntamiento de Zaragoza