El Real Zaragoza volvió a ganar. Y, aunque pueda parecer una frase sencilla, quienes llevamos sufriendo las últimas jornadas sabemos el peso que tiene. Dos victorias en los últimos diez partidos no son motivo para lanzar las campanas al vuelo, pero sí para darnos un respiro en este camino tan tortuoso. Y, sobre todo, para empezar a creer en que este equipo puede ofrecer algo más que desencanto.
Esta victoria ante el Málaga tiene un sabor especial. No solo porque era un rival directo, sino porque llega en un momento donde la presión sobre el nuevo técnico, Miguel Ángel Ramírez, podía hacerse insoportable. Con esta victoria, el equipo al menos respira y afronta los próximos partidos con otra mentalidad. Ganar era obligatorio. No hacerlo significaba hundirse en la mediocridad de la tabla y perder cualquier atisbo de esperanza para la segunda vuelta.
Lo más destacado del partido no fue el resultado, sino la actitud del equipo. Frente a lo que vimos contra el Elche o el colista, donde el planteamiento fue rácano y cobarde, el Zaragoza mostró una cara mucho más ambiciosa. Adelantó líneas, presionó arriba y mantuvo una intensidad competitiva que hacía tiempo no se veía. Aunque seguimos cometiendo despistes que nos cuestan goles, la energía y las ganas de ganar marcaron una diferencia clave.
La victoria también trae nombres propios. Dani Tasende rompió una racha de seis años sin goles de falta directa para el Zaragoza y asistió magistralmente a Pau Sans en el tanto decisivo. Pero no podemos olvidar la contribución de Iván Azón y, especialmente, del nuevo fichaje, Kervin Arriaga. Su impacto en el mediocampo fue inmediato, liberando a jugadores como Keidi Bare, que se mostró más suelto y participativo.
No hay lugar para la euforia desmedida. El Zaragoza aún necesita fichajes que refuercen el proyecto y transformar esta victoria en una constante, no en una excepción. Pero si algo demostró este equipo en La Rosaleda es que, con actitud, ambición y algo de chispa en el mediocampo, el camino puede ser menos oscuro.
Por ahora, solo queda disfrutar de este respiro y esperar que esta sea la primera de muchas victorias bajo el mando de Ramírez. Porque, al fin y al cabo, ganar, competir y mostrar ambición es lo mínimo que este club histórico merece.