Y Víctor dijo no…

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Si no hay, si no se da un giro espectacular en los acontecimientos, Víctor Fernández no regresará -ahora- al Real Zaragoza, a pesar del mandato directo de César Alierta, máximo accionista en ese sentido.

Víctor puso, desde el primer momento, sus condiciones sobre la mesa, que eran las mismas que hace un par de semanas expuso al consejero Luis Blasco cuando sobrevino la crisis con Baraja. Víctor ya le explicó que, salvo una situación radicalmente diferente, no tenía el ánimo necesario para regresar. Fué lo que dijo Lalo en rueda de prensa y que matizó su abogado Beltrán afirmando que nunca se había negado a volver al club y que nunca se negaría a hacerlo…

Con todo, es cierto que su desgaste tras la salida -dolorosa- posterior el fiasco de la recta final de la pasada campaña era grande. Nunca lo ha acabado de ver…

Por otro lado, el mandato directo de Alierta no ha supuesto un avance significativo en las condiciones de la negociación. Aunque fuentes cercanas al técnico del Barrio Oliver aseguran que su convivencia en el club con Lalo no supone problemas añadidos, lo cierto es que la confianza de algún consejero en Arantegui ha hecho, todavía, más imposible el aterrizaje de Fernández. Lalo y Víctor son como el agua y el aceite en lo deportivo…

Víctor no será el salvavidas de Alierta y el Consejo, cuestionadísimos por la masa social y por el zaragocismo… ¿Y ahora qué? El Consejo busca un plan B. Un entrenador con capacidad de convicción si el equipo, con Iván a la cabeza, no gana la siguiente final.

Si el equipo es capaz de imponerse en Castalia, se abrirá un resquicio -tenue- de luz pero, en caso contrario, la situación pasaría a ser, simplemente, desesperada. Habrá cambio de técnico.

Ahora mismo, la decisión de quien sería ese nuevo técnico dependerá de Arantegui, que es el gran triunfador, a priori de estas últimas horas. Su incapacidad para la elección de entrenadores está demostrada. Sobre el fichaje de seis o siete jugadores que le den la vuelta al calcetín de este plantel, mejor ni hablar.

El horizonte, ahora mismo, no es que sea oscuro… es terrorificamente negro.