La Romareda vivió una tarde de emociones fuertes con un partido que arrancó cuesta arriba para el Real Zaragoza, pero que culminó con una remontada épica para firmar el 2-2 definitivo. Ante un Tenerife que se mostró muy incisivo a la contra, el conjunto aragonés supo reaccionar a tiempo y, con dos goles en apenas dos minutos, selló un empate que deja sensaciones encontradas en la afición blanquilla.
El choque comenzó con un Zaragoza valiente, queriendo hacerse con el control del balón. Sin embargo, los primeros avisos de Iván Azón –muy activo en el área rival– no se tradujeron en gol. El Tenerife, por su parte, esperaba agazapado a salir con rapidez. En el minuto 39 llegó el primer mazazo: una asociación veloz entre Youssouf Diarra y Waldo Rubio terminó con un disparo del delantero canario que, escorado en la banda derecha, sorprendió a la defensa y batió a Gaëtan Poussin. El 0-1 templó los ánimos en la grada y se llegó al descanso con la obligación de mejorar prestaciones.
En la reanudación, Miguel Ángel Ramírez movió ficha dando entrada a Arriaga y Liso. Sin embargo, el Tenerife siguió explotando los contragolpes, y en el 69 Diarra hizo el 0-2 con un remate escorado, culminando otro pase en profundidad. Con ese segundo gol, todo apuntaba a una derrota local. Fue entonces cuando el Zaragoza se volcó al ataque, y con la entrada de Toni Moya y Samed Bazdar ganó en presencia ofensiva.
La remontada llegó en apenas dos minutos frenéticos. En el 77, tras un saque de esquina botado por Moya, apareció Samed Bazdar para asistir y permitir que Enrique Clemente, casi sobre la línea de gol, marcara el 1-2. El estadio respiró de nuevo. Sin apenas tiempo para saborear la alegría, un minuto después, Iván Azón culminó con un derechazo imparable una jugada en el interior del área a pase de Toni Moya. Era el 2-2 que incendiaba La Romareda y cambiaba por completo el devenir del choque.
El Tenerife intentó reaccionar en los últimos minutos, pero la zaga blanquilla se mostró sólida, con vitales cortes de Bernardo Vital y la implicación de Marcos Luna en defensa. El tiempo añadido fue un ir y venir de faltas y ocasiones en ambas áreas, pero ninguno de los dos conjuntos logró inclinar definitivamente la balanza. En el alargue, incluso se rozó el tercero con un remate desviado de Moya.
Al final, un punto agridulce para el Zaragoza, que encadena otra tarde sin ganar en casa pero al menos salva los muebles con coraje y perseverancia. La Romareda, que había enmudecido con el 0-2, celebró la reacción final de un equipo que, si bien debe ajustar algunos aspectos defensivos y de concentración, demostró garra para levantarse de la lona. La afición despide el encuentro con sensaciones encontradas, pero con la esperanza de que esta demostración de espíritu sirva para cimentar una racha positiva en las próximas jornadas.