Fue el estallido unánime de un estadio que puso de relieve la entidad del Real Zaragoza. El grito era una convicción: “¡Volveremos, volveremos…!”. Y conforme más tiritaba el estadio de emoción, aún más crecía el impulso de una afición que vio cómo, al margen de lo que señalaba el marcador, el Real Zaragoza se encaró con el Real Madrid para recobrar el encanto de las noches más mágicas de La Romareda.
Las 30.275 personas que abarrotaban el estadio pusieron el embrujo a un encuentro en el que el zaragocismo se sintió orgulloso de los suyos. Lo proclamó Víctor Fernández en la rueda de prensa posterior, pero en este caso resultó aún más contundente la reacción de un estadio que no quiso irse sin ovacionar a los suyos, transmitiendo una felicidad que supera la propia eliminatoria copera.
La impecable comunión entre la afición y el equipo, que admiró a los propios dirigentes del Real Madrid –como explicó Víctor Fernández-, es la garantía del progreso en el que está inmerso el equipo. Y que se resume en una ilusión: “¡Volveremos, volveremos…!
