La Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Aragón ha encargado, con un presupuesto de 144.887 euros, un proyecto de restauración del alfarje del coro de la ermita de San Román, en la Puebla de Castro (Huesca). Está previsto que los trabajos comiencen en los próximos días y que finalicen en el mes de diciembre de este mismo año. La ermita o iglesia de San Román de Castro en La Puebla de Castro (Huesca) fue declarada Bien de Interés Cultural en 1944. Se trata de una destacada construcción enclavada en el que fue el poblado medieval de Castro, un estratégico asentamiento existente en un altozano distante 4 km. de la actual población de La Puebla Castro. El edificio de monumentales dimensiones que ha llegado hasta nuestros días data de principios del siglo XIII y presenta fábrica de sillar de piedra arenisca bien escuadrada con una amplia nave única de planta rectangular y una cabecera semicircular, precedida de un antepresbiterio. La nave se cubre con una bóveda de medio cañón jalonada por arcos diafragma, que la dividen en cuatro tramos, mientras que el ábside se cubre con un cuarto de esfera. Su cubierta exterior es de losas de piedra, aunque fue renovada totalmente en las décadas de los años 70 y 80. A los pies del templo se sitúa su elemento más destacado: el coro alto, sostenido por un gran arco rebajado y un excepcional alfarje de estilo mudéjar. Se trata de una techumbre plana de vigas de madera vistas de 8,60 m. de ancho por 4,88 m. de largo, de los cuales aproximadamente 1,05 m. corresponden al vuelo sobre el arco rebajado, cuyas vigas presentan la característica forma de proa o quilla simulando una cabeza humana. Actualmente el acceso al coro alto se realiza a través de una escalera de mano de madera, muy deteriorada, que se ejecutó con posterioridad al alfarje, y para su colocación se eliminó parte del mismo. Además, el coro alto se cierra con una barandilla formalizada con una celosía también de madera con motivos geométricos calados. Su decoración es tallada y principalmente pintada. La policromía está realizada al temple sobre una preparación de yeso y denota un claro predominio del dibujo sobre el color, que presenta una gama limitada, pero de gran viveza y contraste (rojos, azules-azules verdosos-, amarillos, blancos y negros principalmente). En ella destacan los motivos de diferentes tipos: heráldicos, epigráficos, geométricos, vegetales, animalísticos y aquellos formados por figuras humanas, algunos de los cuales componen escenas. En todos ellos se aprecia la interesante fusión del mundo musulmán con el cristiano propia del arte mudéjar. En cuanto a su cronología, al haber desaparecido la parte final de la inscripción situada sobre la puerta de entrada que la revelaba, se debe atender a su estructura y decoración para establecer una cronología aproximada. Así las cosas, a partir de las diversas investigaciones realizadas, su datación se remonta a finales del siglo XIV o principios del XV, teniendo en cuenta que su estilo –cercano al gótico lineal– podría ser un poco arcaizante y haber sido utilizado para potenciar su gran expresividad. Respecto a su estado de conservación y desde el punto de vista estructural, el alfarje se encuentra en un estado aceptable tras haber experimentado distintas obras de refuerzo en el transcurso del tiempo que se manifiestan con el aporte y/o sustitución puntual de algunas piezas de madera fácilmente identificables. Sin embargo, el conjunto manifiesta las alteraciones características del material lígneo, como pequeñas grietas y fendas originadas por los movimientos de contracción y dilatación de la madera frente a cambios de humedad y temperatura que han movido piezas o fragmentos puntuales que se deben estabilizar, especialmente en la zona más expuesta (la próxima a la entrada del edificio). Por otro lado, en las policromías, cuyo estado de conservación es muy desigual, se aprecian huellas derivadas de filtraciones de agua que han dado lugar a manchas y que en el peor de los casos han provocado problemas de adherencia de la capa pictórica al soporte lígneo y posteriores pérdidas de la capa pictórica, por las que asoma la preparación blanca y en muchos casos también la madera. Con el objetivo de recuperar este destacado elemento de la ermita, los trabajos consistirán en la instalación de los medios auxiliares para poder realizar todos los estudios, análisis y ensayos previos necesarios y posteriormente poder aplicar todos los tratamientos de conservación y restauración requeridos tanto por el soporte de madera (desmontaje puntual, limpieza mecánica, tratamiento fungicida y desinsectante, consolidación y reconstrucción de piezas faltantes, incluida la nueva escalera de madera de acceso al coro) como por las policromías (limpieza, fijación, estucado de lagunas, reintegración cromática y protección final). Todas estas actuaciones llevarán aparejada una importante labor de documentación, así como diversos estudios de materiales, cuyos resultados se plasmarán en una memoria final de los trabajos realizados, que incluirá también un plan de mantenimiento y conservación preventiva para el futuro. El antiguo núcleo de Castro –en el que se enclava la ermita– se abandonó, al parecer, cuando sus habitantes decidieron instalarse más abajo, en el llano, aunque todavía hoy son visibles muchos restos de su estructura urbana y las edificaciones que la componían, incluido el castillo. Entre estas edificaciones destaca sin lugar a dudas el edificio románico de la que fue su parroquia, de cuya existencia se tiene constancia documental desde 1090, aunque se tratase de una edificación anterior, hoy desaparecida, a excepción posiblemente del crismón que decora la clave central de la portada occidental.