Hace apenas un año que los del Partido Popular y los de VOX, más por necesidad que por cariño, se dieron el «si quiero» para compartir gobiernos en cinco comunidades autónomas. Aragón fue de las que se retrasó, esperando Azcón que el pacto con Vox no le pasara factura en las elecciones Generales convocadas por sorpresa por Sánchez.
En Aragón, la experiencia de los de Azcón les permitió fraguar un gobierno en el que Vox apenas tenía margen de maniobra en los aspectos más conflictivos para el PP. Aun así tuvo que admitir la derogación de la ley de memoria democrática de Aragón, uno de los estandartes de Vox.
Desde el principio quedó claro que la estructura piramidal de Vox, con un poder centralizado en Madrid, marcaría el devenir del Gobierno de Aragón. Como el de los otros cuatro gobiernos autonómicos compartidos. Los estrategas de la calle Bambú en Madrid usarían como ariete estos gobiernos si fuera necesario para arremeter contra el PP.
Romper un gobierno que da cobijo económico a unos cuantos cientos de militantes, que permite tener presencia mediática y social y llevar a la practica una parte del programa electoral, cuando solamente se lleva un año de gobierno, solamente se explica por la necesidad de diferenciarse del contrincante con el que además se comparte espacio electoral, ante la proximidad de unas elecciones. ¿Y cuales son esas posibles elecciones? La Generales.
Vox con su decisión de anunciar la ruptura con el PP está diciendo que espera confrontarse con ellos electoralmente en un espacio de tiempo relativamente corto. Vox también sabe que la inseguridad, la inmigración son aspectos que al votante del PP le preocupan. Poniendo al PP en evidencia por pactar con el PSOE está tratando de captar una parte de su electorado.
Pero este tipo de medidas son Bombas atómicas políticas que solamente se pueden utilizar una vez y que además se difuminan en el tiempo. Si los de Abascal se han equivocado de estrategia, y Sánchez no convoca elecciones, habrán desperdiciado un importante caudal electoral.
