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Gabi: entre el respeto ganado y las dudas razonables

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Fotografía: Tino Gil.

Hay entrenadores que pasan por un club como una tormenta, y otros que se convierten en símbolo. Gabi Fernández, por ahora, ha sido algo intermedio en Zaragoza. Su llegada trajo ilusión, cercanía, discurso firme y una conexión instantánea con la grada. Pero tras unos meses al frente del equipo, las sensaciones se han ido diluyendo. Y la gran pregunta sigue abierta: ¿merece seguir al frente del nuevo proyecto?

No hay duda de que cumplió el objetivo de salvar al equipo, y eso hay que reconocerlo. Llegó en un momento delicado y aportó aire fresco. Reagrupó al vestuario, restauró ciertos valores básicos y contuvo una caída libre. Pero el fútbol no se mide solo en metas alcanzadas, sino en cómo se logran. Y ahí es donde empiezan las dudas.

Porque los últimos partidos del Zaragoza de Gabi han sido planos, sin alma, y preocupantemente grises. Ante rivales como Castellón o Ferrol, el equipo fue superado con claridad. La Romareda despidió la temporada con desazón. Y el propio Gabi lo reconoció sin tapujos: “Hemos hecho un partido inaceptable. Estoy jodido, esta no es la imagen con la que me quería ir”.

Eso le honra. Pero también deja entrever que su ciclo podría haber tocado techo.

Muchos defendemos que un proyecto serio debe empezar por el alineamiento total entre director deportivo y entrenador. Si Txema Indias apuesta por él, que lo haga con convicción y con poder para construirle un equipo a medida. Pero si no lo ve claro, más vale cambiar ahora que en octubre.

Gabi ha demostrado implicación y honestidad. No se merece ser una marioneta, ni tampoco ser el chivo expiatorio de una estructura mal diseñada. Si sigue, debe ser porque hay un plan que lo respalde. No porque no hay nadie más, ni porque cueste poco echarlo.

En Zaragoza hemos aprendido que comenzar de cero cada año es un error. Pero también que aferrarse a lo que no funciona por pura inercia es igual de peligroso.

Gabi merece respeto. El club, respuestas. Y la afición, certezas.